lunes, 5 de julio de 2021

El caso de Luis Manual Otero Alcántara



Seis días después del asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro y siete de sus compañeros fueron capturados en las estribaciones de la Sierra Maestra, por la zona de El Caney. Dormían en una choza cuando los sorprendió una patrulla al mando del teniente Pedro Sarría. «Las ideas no se matan», fue su respuesta ante la insinuación de un subordinado. Este militar mostró indudables valores cívicos y respeto a la ley.

La captura de los fugitivos se produjo en medio de una intensa campaña liderada por monseñor Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Santiago de Cuba, cuyo objetivo era que se respetaran sus vidas. Gracias a aquellas gestiones, y a la presión de la opinión pública, pudieron tener un juicio con garantías e, incluso, fueron amnistiados tras cumplir menos de dos años de prisión debido a un movimiento cívico nacional.

Cuando regresaron a Cuba en el yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, debieron sortear una gran operación de la tiranía encaminada a liquidarlos. Con motivo de aquella ofensiva, que costó la vida a otros opositores en las denominadas Pascuas Sangrientas, Juan Marinello, presidente del Partido Socialista Popular (PSP), envió una carta, fechada el 12 de enero de 1957, a varias personalidades hispanoamericanas, en la que señalaba: "Es obligado que expresemos a usted que el PSP no comparte los métodos de lucha puestos en práctica por el Sr. Castro y su grupo, por entender que no son apropiados y eficaces para dar fin a la tiranía (…) que Cuba padece; pero nuestro partido solicitó y solicita respeto y garantías para la vida de Castro y sus acompañantes (…)"..

Tres hombres —un militar, un prelado católico y un alto dirigente comunista— cuyas ideologías no podían ser más diferentes, antitéticas si se quiere, se habían identificado con una causa que tenía como objetivo esencial el respeto a la vida y a la integridad física de personas a las cuales no los unían lazos políticos. En 2019 se aprobó en Cuba una Constitución que obliga a todos a cumplirla, pero que también protege los derechos declarados de todos los cubanos: de los que no votaron o de los que votaron en contra. Aquí no valen excepciones, el respeto a la ley y la protección legal incluyen igualmente al sector denominado oposición, un sector en crecimiento.

El artista Luis Manuel Otero Alcántara ha utilizado la protesta pacífica y la desobediencia civil como medio de disenso. Su situación actual, un raro limbo en el que no está detenido o acusado legalmente, pero tampoco es libre para abandonar el Hospital Calixto García, debe preocupar a cualquier persona, independientemente de sus criterios políticos. El deterioro físico, y evidentemente psicológico, que reveló un video circulado de su estancia en una sala de psiquiatría, es demasiado perturbador e inquietante para voltear la mirada.

Ya sea en un proceso por delitos comunes o de otra índole, todos los ciudadanos debieran estar protegidos por la ley. Debe existir una orden judicial para el arresto, se debe permitir acceso a un abogado y contactos con la familia e incluso, si no es un terrorista o un asesino peligroso, toda persona puede responder al proceso en libertad. Aquí no pueden existir relativismos. Lo correcto y lo incorrecto, lo digno y lo indigno, el bien y el mal, son conceptos que no están distanciados por vallas ideológicas.

La actual situación de Otero pone en la mira no solo a los órganos de Seguridad del Estado, sino a todas las instancias políticas con nivel de decisión en Cuba, empezando por el Partido Comunista. Igualmente pone a prueba a cada ciudadano que no se indigne, aun en su fuero interno si no se atreve a hacerlo de manera pública.

Luis Manuel es la cabeza más visible del Movimiento San Isidro (MSI), que se hizo notar a raíz de las polémicas suscitadas por el controvertido Decreto-ley 349. Tal decreto, en una moratoria debido al rechazo que ocasionó, significaría una restricción a la libertad del arte que se produce fuera de las instituciones culturales del Estado y un aumento de la censura. En respuesta, algunos artistas e intelectuales discrepantes comenzaron a utilizar mucho más el performance callejero y convocatorias a exposiciones independientes.

La represión de los órganos de Seguridad del Estado —excesiva e inconstitucional—, fue desencadenando una escalada de respuestas y más miembros al grupo. De modo tal, se hicieron usuales los actos de repudio organizados por las autoridades, las detenciones y golpizas arbitrarias; todo ello recién aprobada una Constitución que declaraba a Cuba un Estado Socialista de Derecho.

El MSI, algunos de cuyos integrantes han manifestado apoyo al bloqueo norteamericano y simpatías con el anterior presidente Trump, no es representativo de la mayoría de los muchos críticos que tiene la burocracia parto/estatal cubana. Ello, sin embargo, no hace menores mi indignación, mi preocupación y mi vergüenza al ver cómo los han tratado, la forma arbitraria en que los han reprimido.

A Luis Manuel Otero Alcántara debe reconocérsele el valor personal para luchar abiertamente por sus derechos, y su perseverancia a la hora de defender aquello en lo que cree. Para mí eso es admirable, aunque no coincida con él en otras cosas. Lo creo víctima de intereses extremistas y radicalizados; no obstante, no me parece una persona cuya motivación para oponerse a lo establecido esté determinada por razones económicas. Si fuera así, no viviría en las condiciones de pobreza en que lo hace y que todos hemos visto.

No es un político, pero muchas de sus exigencias son válidas para cualquier ciudadano, es más, la mayoría de ellas: libertades de expresión, movimiento, asociación y manifestación pacífica; están refrendadas por la propia Ley de Leyes. Su desobediencia sostenida frente a un aparato represivo que ha utilizado en su contra métodos ilegales desde mucho antes de que se declarara en huelga de hambre, puede poner en serio peligro su vida. ¿Lo permitiremos?

Algunas veces me han señalado como una historiadora que idealiza el pasado. No lo creo así, pero nadie podrá negar que fue muy superior a la actual aquella educación cívica y los valores humanos que unieron a tres hombres tan discrepantes políticamente como un militar, un prelado católico y un alto dirigente comunista, identificados en la causa común de defender la vida y la integridad física de personas con las cuales no tenían vínculos ideológicos.

Alina Bárbara López Hernández
La Joven Cuba, 28 de mayo de 2021.

Foto: Luis Manuel Otero Alcántara en la azotea de su casa, cuando vivía en Romay entre Monte y Zequeira, Cerro. Tomada de Facebook.

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