lunes, 13 de diciembre de 2021

Mis recuerdos de Raúl Rivero



Ha muerto en Miami, a los 75 años, mi amigo el poeta y periodista Raúl Rivero. Y como pasa siempre que muere alguien a quien uno quiere mucho no acabo de interiorizar la triste noticia, tal vez para no tener que aceptar que es cierta, y resignarme a que se siga despoblando el mapa de mis afectos.

Rivero no era un amigo cualquiera. A él le debo no solo sus enseñanzas de periodismo y de la vida, sino también su confianza y el haber contado con su apoyo y sus consejos en tiempos muy difíciles, cuando se requería algo más que valor para proclamar el disenso y enfrentarse al régimen.

La primera vez que vi a Raúl Rivero fue en 1999, en el Barrio Chino de Centro Habana, en casa de una opositora llamada Estrella, que brindaba su minúsculo apartamento para que en él radicara Cuba Press, la agencia de prensa independiente que Rivero había creado en 1995.

Allí, en casa de Estrella, alrededor de una decena de periodistas de Cuba Press, y también los de Habana Press, la agencia que dirigía Jorge Olivera, hacían cola para leer sus reportes por teléfono para que fueran transcritos en el exterior y posteriormente publicados.

Recuerdo que llegué muy nervioso. Desde hacía años conocía y disfrutaba los poemas de Rivero. Y luego de que en 1989 rompió con el oficialismo y en junio de 1991 fue uno de los firmantes de la Carta de los Diez, lo admiraba todavía más, por su honestidad y valentía.

Así, pueden imaginar cuan intimidado me sentí cuando me vi frente al poeta, en la sala de Estrella, con su enorme humanidad descansando en un sillón que parecía a punto de deshacerse bajo su peso. Me sorprendió su afabilidad. Simpatizamos enseguida.

Me inspiró tanta confianza que, luego de una larga tirada hablando de literatura, la primera de las muchas que tendríamos por delante, me atreví a pedirle que valorara lo que yo escribía desde hacía un año para Nueva Prensa Cubana y hasta alguno de mis cuentos.

Rivero aceptó y así se convirtió en mi primer editor. Y también, sin petulancia ni alardes de didactismo, en mi maestro, el mejor que he tenido. Sin dejar de ser exigente y severo cuando tenía que serlo, Rivero mostró una infinita paciencia conmigo, que quería ser García Márquez, Tom Wolfe, Hunter Thompson y Kapuscinki, todos a la vez. Por suerte, me convencí pronto de que tenía que hacer mi estilo, y que imitar el modo de escribir de Raúl Rivero era definitivamente imposible.

A finales del año 2002, con Rivero y Ricardo González Alfonso, participé en la creación de la Revista De Cuba, el primer medio independiente impreso que hubo luego de que el régimen castrista en 1960 pusiera la prensa a su servicio.

La revista, que fue una iniciativa de Rivero, luego de vencer numerosos obstáculos, pareció un sueño hecho realidad. En el consejo de redacción estaban varios de los más importantes periodistas independientes de aquella época: Tania Quintero, Miriam Leiva, Oscar Espinosa Chepe, Jorge Olivera e Iván García, entre otros. Y éramos como una familia.

Solo logramos hacer dos números de la revista. La Seguridad del Estado arrasó con aquel sueño durante la ola represiva de marzo de 2003. Raúl Rivero fue uno de los 75 encarcelados. Condenado a 20 años de prisión, lo enviaron a la cárcel de Canaleta, en Ciego de Ávila.

Nunca dejamos de intercambiar cartas durante el tiempo que estuvo en prisión. Yo, que le enviaba en mis cartas poemas de Ana Akhmatova, Evgueni Evtuchenko y traducciones de canciones de Bob Dylan para convencerlo de que era poesía de la buena, me proponía darle ánimo, pero en realidad era Rivero, y también Ricardo, quienes, tras los barrotes, me daban ánimo a mí, advirtiéndome que aquel por duro que fuese no era el fin de los tiempos.

La presión internacional consiguió que el régimen, bajo una licencia extrapenal, excarcelara a Rivero en noviembre de 2004. Cuando nos despedimos, antes de su partida hacia España, Rivero me aseguró que algún día volveríamos a trabajar juntos. Y como los poetas tienen algo de profetas, sus palabras se cumplieron: luego de que en septiembre de 2016 nos reencontráramos en Miami, por invitación suya, ambos volvimos a trabajar en la revista de la Fundación Cubano-Americana.

Raúl, mi amigo el poeta, ha muerto, pero yo me niego a aceptar que ya no esté en el mundo de los vivos. ¿Cómo no va a estar, qué puede borrar su recuerdo, sus poemas? Si me parece oírle jaranear y ver su sonrisa jodedora destinada a aquellos que lo dan por difunto.

Luis Cino
Cubanet, 7 de noviembre de 2021.
Foto: Raúl Rivero y Luis Cino, a la izquierda.

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