Es una auténtica catástrofe. De mantenerse la actual estampida migratoria, para 2060 la población cubana podría reducirse a menos de tres millones de habitantes.
Y estoy siendo optimista. Saquemos cuentas: en los últimos ochos meses han entrado por la frontera sur de Estados Unidos más de 140.000 mil cubanos. La mayor crisis migratoria de la historia en la Isla. A ese paso, la cifra podría superar los 220.000 inmigrantes en el actual año fiscal estadounidense.
Si multiplicamos 200.000 por cuarenta años el resultado serían ocho millones de compatriotas que estarían huyendo de la miseria, las promesas incumplidas de un fracasado 'socialismo próspero y sostenible' y la suicida consigna de patria o muerte entonada por el castrismo.
Los preocupantes datos solo recogen la emigración hacia Estados Unidos. Si le añadimos los cientos de miles de cubanos que están yéndose del manicomio político y económico y escapando a cualquier país de cualquier continente, los pronósticos podrían reducirse en cuatro o cinco años.
A ese ritmo, es muy probable que si la dictadura verde olivo lograra sobrevivir y conmemorar el centenario de la revolución de Fidel Castro en la antigua Plaza Cívica, tendría que movilizar a miles personas de otras provincias para llenar la explanada frente a la tribuna.
En ese hipotético contexto, tal vez no habría disidentes ni periodistas independientes, pues estarían presos o exiliados. La casta gobernante, generales de las fuerzas armadas, el voluminoso bloque de burócratas, intelectuales aduladores y soplones de barrio, si quieren seguir desayunando, merendando, almorzando y cenando (y mantener sus voluminosas fisonomías), tendrían que coger guatacas y ponerse a sembrar en los campos.
Créanme, no es una broma. Cuba se está vaciando. Como un viejo balón de fútbol que se desinfla. Son demasiados los problemas y no se vislumbran soluciones.
Comer arroz, frijoles y una vianda hervida se ha convertido en un lujo para un segmento amplio de la ciudadanía. Como promedio, un cubano hace tres horas diarias de colas. No hay medicamentos en las farmacias ni algodón, esparadrapo y vendas en los hospitales. En una ciudad de dos millones y medio de habitantes como La Habana, que antes de 1959 con la mitad de la población tenía una flota de 2,200 ómnibus de transporte público, ahora funcionan alrededor de 340.
A eso súmele los molestos apagones, que en algunas provincias se extienden entre ocho y diez horas, por el día o por la noche y madrugada. Y por si fuera poco el calvario, los medios estatales y la propaganda del partido comunista se han construido un país virtual inexistente.
Los dirigentes cubanos son una pésima parodia de Cantinflas, pero obesos. A Miguel Díaz Canel le gusta alardear de tener una intensa agenda de trabajo y aparentar el don de la ubicuidad. Recorre la isla de punta a cabo. Reuniones hoy y mañana también. Pero nada resuelve. Una y otra vez repite palabras gastadas, frases del difunto Fidel Castro o consignas que a la población les resbalan como “resistencia creativa” , “arrancarle un pedacito a los problemas” o la “limonada es la base de todo”.
Irene, filóloga, asegura que por higiene mental no lee la prensa nacional ni ve los noticieros de televisión excepto cuando se avecina un huracán. “Como si no fuera suficiente con la vida de mierda que llevamos para tener que aguantar a esa partida de barrigones. Solo en un sistema como el cubano pueden gobernar funcionarios tan inútiles. En cualquier país medianamente democrático estarían presos o habrían tenido que renunciar por incompetentes. Cuba se ha convertido en una pesadilla, por eso la gente se está yendo 'a pululu'. Espero emigrar a las Islas Turcas y Caicos, donde tengo buenos amigos. Mi plan es trabajar un tiempo y ver si puedo obtener la ciudadanía inglesa, ya que es un territorio británico de ultramar. Es un periplo profesional más largo para conseguir la meta final, los Estados Unidos. Pero soy joven y tengo el tiempo a mi favor”.
Cuando se le pregunta a Erich, estudiante universitario, cuál es su sueño, inmediatamente responde: “Obtener una beca en Estados Unidos, España u otra nación del primer mundo. Me da igual Australia, Israel o Corea del Sur. Rezo cada día para escapar de esta locura”.
Yuleisis, diseñadora, se decidió a vender su casa cuando supo que su prima y el novio habían cruzado a nado el Río Bravo. “Ya estoy en la yuma prima. Y camino de Miami. Decídete, que para luego es tarde. El ultimo que apague el Morro”, cuenta que le dijo su prima en una llamada audiovisual por WhatsApp. “El problema es que no hay dinero en la calle. Un montón de personas han vendido su casa. Y los precios han caído. Mi apartamento, que lo tengo bien cuidado, costaba 40 mil dólares hace unos meses atrás. Ahora lo estoy vendiendo en 28 mil y no aparece comprador. La próxima semana voy a rebajarlo a 20 mil dólares. No quiero quedarme atrapada aquí”.
Se marchan profesionales, estudiantes universitarios, obreros y campeones olímpicos como la jabalinista Osleidys Menéndez o el canoísta Fernando Dayán Jorge. En días recientes fue capturado en un intento de salida ilegal, según las autoridades cubanas, el boxeador matancero Andy Cruz, campeón olímpico en Tokio en 2021. Incluso personas de la tercera edad también quieren irse del país. No hace mucho llegó a la Florida una anciana de 85 años.
Eugenio 72 años, cirujano retirado, dice que vendió un auto de la era soviética para poder reparar el techo de su casa y darle de comer a la familia. “Nunca pensé emigrar y menos a esta edad. Pero mi hijo que reside en Estados Unidos quiere que su madre y yo nos vayamos de Cuba, que hasta 1959 fue una república con un desarrollo económico estable, pero se ha convertido en un verdadero desastre. Estamos haciendo los trámites de manera legal. No estoy para esos trotes de rifarme la vida en una balsa o en un periplo de miles de kilómetros desde Nicaragua hasta la frontera de Estados Unidos en México. Venderé la casa en el mejor precio posible para llegar con algún dinero”.
Olga, maestra jubilada que vive en condiciones de extrema pobreza, durante la cola para comprar el pan confiesa que ella sí jodida. "No tengo familia en el extranjero ni nadie que me mande un dólar. Tengo que dispararme a estos tipos (los del gobierno), sin papa y sin aceite. Si tuviera dinero, aunque voy a cumplir 70 años, me largaría de Cuba. Después de cuatro décadas de trabajo y sacrificios, el Estado me paga una pensión de 2,300 pesos que no me alcanza ni para comprar viandas”.
En su opinión, lo peor es que no se vislumbra una salida a la actual crisis económica y creciente inflación. “Mientras el país sea dirigido por los mismos de siempre, esto va a durar cien años y Cuba será gobernada por una pila de viejos, enfermos y locos. Por el camino que vamos, la isla se va a quedar vacía”, afirma Olga. Y no exagera. Las estadísticas espantan.
Iván García
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