El sol de octubre reverbera en la piscina del decadente hotel cinco estrellas Meliá Península Varadero, a unos 140 kilómetros al este de La Habana. Una escena inusual: turistas extranjeros cargando agua de la piscina en bolsas de nailon para descargar el baño. Un huésped cubano grita molesto: “De pinga este país. Nada funciona. Ni el turismo”
Delia, ingeniera, cuenta que “durante más de cuatro horas faltó el agua en el hotel. Mi hija y yo llegamos de la playa y no pudimos ducharnos. Tuvimos que ir a cenar llenas de arena. Es una falta de respeto”. Gracias al dinero que mensualmente le gira el padre de su hija desde Miami, ella pudo rentar cuatro noches, supuestamente en un hotel 'cinco estrellas' en la modalidad de todo incluido. Desembolsó casi 50 mil pesos (2 mil dólares al cambio oficial de 25 pesos), aunque debido a la inflación y la alta cotización del dólar en el mercado informal, el costo real fue de 400 dólares.
La lista de reproches es larga. “Teníamos reservación para el lunes 26 de septiembre. Pero con la llegada del huracán Ian aplazaron la entrada al hotel. Fue una odisea. Llamé varias veces a la agencia Gaviota para cancelarla, pero la empleada me dijo que el huracán no iba a pasar por Varadero y se mantenía la reservación. Con el ciclón próximo a entrar por Pinar del Río, fuimos al lugar de salida en La Habana. Un montón de personas, la mayoría extranjeros, esperaban el ómnibus que los llevaría a Varadero. Hubo quienes llegaron al hotel y los enviaron de regreso a la capital. Mi hija y yo no viajamos a Varadero. Allí mismo nos cancelaron la reservación, después de haber gastado 1,200 pesos en alquilar un taxi para llegar a tiempo al lugar de salida. Trasladaron la reservación para el lunes 10 de octubre", relata Delia y añade:
“Ya en el hotel, tuvimos que cambiar de habitación porque el aire acondicionado no enfriaba y el televisor tenía problemas, igual que la cerradura electrónica de la puerta. La comida en la mesa buffet era poco variada y la calidad de su elaboración no era buena. Había racionamiento de los alimentos para los huéspedes. En los restaurantes especializados solo tenías opción a un entrante, un plato fuerte y un postre. Si pedías espaguetis, por ejemplo, no podías comer pizza. Es inadmisible que uno pague tan caro por un servicio tan malo. En la habitación solo ponían un pomo de agua diario y tenías que estar cayéndole atrás a la mucama para que pusieran el papel sanitario”.
Mónica, estudiante universitaria que invitada por una amiga residente en Tampa también estuvo en el Meliá Península Varadero, explica que “para un cubano, alojarse en un hotel de cualquier categoría es un oasis en medio de tantas dificultades materiales que estamos viviendo. Pero los extranjeros con los que hablé se estaban tirando de los pelos y arrepentidos de haber escogido la Isla como destino turístico. Un español confesó que eran las peores vacaciones de su vida. A varios les pregunté por qué venían a Cuba. Unos dijeron que por curiosidad, por ser Cuba el último reducto del comunismo de corte soviético. Nos ven como un bastión anacrónico de la Guerra Fría. Otros para acostarse con prostitutas".
Un turista argentino le dijo a Mónica que por 103 dólares, lo que le costó una noche en ese hotel, podía rentar una habitación en el Holiday Inn, uno de los mejores de Panamá. Inaugurado hace 21 años, al no recibir el mantenimiento adecuado, el Meliá Península parece un hotel viejo. Incluso para los pocos cubanos que pueden hospedarse en hoteles de Varadero, el servicio y la calidad dejan bastante que desear.
Según un empleado, “antiguamente los trabajadores del sector éramos considerados privilegiados. El salario siempre fue una miseria. Pero se ganaba dinero con las propinas y los ‘inventos’. Ahora trabajamos como esclavos, doce horas diarias, soy cantinero y mi sueldo mensual es de 3,700 pesos, 150 dólares al cambio oficial, pero menos de 20 dólares en el mercado informal, donde un dólar se cotiza entre 190 y 200 pesos. De mi salario me descuentan el transporte obrero y la comida, peor que la de los huéspedes. Como el turismo que viene a Cuba ya viene con los gastos pagados, apenas nos dan propinas. Tenemos que estar pidiéndoles a los turistas que nos traigan un sandwich de la mesa buffet porque lo que nos dan en el comedor es poco y malo. Si no pedimos la baja es porque queremos cuadrar con una yuma para que nos saque del país”.
El animador de un hotel en Cayo Coco, Ciego de Ávila, confiesa que duerme en una colchoneta hedionda en el piso del local donde trabaja. "Cada noche le pido a mis orishas que me pongan en el camino una extranjera, sobre todo si es temba (mediana edad), pues son las mujeres con más plata. Una turista mexicana me prometió sacarme del país. Por eso me mantengo laborando en esas condiciones”.
Un funcionario de Gaviota, empresa de turismo administrada por GAESA, con más de 33 mil habitaciones hoteleras en toda la Isla, coincide que los salarios en el sector turístico son muy bajos. “Las condiciones de trabajo son abusivas, humillantes. A los empleados los mantienen bajo contratos para poder despedirlos a la primera de cambio. Los peores remunerados son los negros y mestizos. A cualquiera que cojan robando lo pueden juzgar por las leyes militares. En general, la empleomanía cada vez tiene menos preparación, porque la emigración en este sector es muy elevada. Cuba ha retrocedido mucho en la calidad de los servicios turísticos. República Dominicana, México y Bahamas nos aventajan bastante y cobran menos por estancia. La causa principal del declive es la pésima gerencia de GAESA, que cada vez invierte menos en alimentos, avituallamiento, capacitación y mantenimiento de los hoteles que están funcionando ”.
A pesar que la actual ocupación habitacional es del 14 por ciento, GAESA, sigue construyendo hoteles de lujo en todo el país. Solo en La Habana se han inaugurado cuatro hoteles cinco estrellas plus y se construyen otros tres. En un artículo publicado en 2019 por el sitio digital El Toque, se revela que en los últimos diez años GAESA había invertido 19 mil millones de dólares en la construcción de hoteles y campos de golf. GAESA funciona como un gobierno a la sombra. No publica informaciones sobre su opaco entramado financiero y no permite auditorías externas.
“El sueño de GAESA es hacer negocios con empresas estadounidenses. Ellos piensan que si no hubiera embargo, recibirían entre siete y diez millones de turistas al año. Ese modelo de empresa estatal de sociedad anónima es lo más parecido a la piñata nicaragüense de Ortega o la venta de propiedades del Estado en la Rusia de Yeltsin”, asegura el funcionario de Gaviota.
Pero la mala gestión es el principal freno al turismo. Un turista residente en Alemania comentó a Diario Las Américas que su estancia reciente en Cuba fue una pesadilla. “La última vez que vine, hace tres años, la situación era crítica. Pero lo de ahora no tiene nombre. Viajé con grupo de 30 turistas alemanes durante dos semanas y nos hospedamos en hoteles cinco estrellas de distintas provincias. Además del mal servicio, escasez de frutas y pescados, entre otros alimentos, la comida no estaba bien elaborada. En un hotel cinco estrellas de Santiago de Cuba había cucarachas. Cuando caminabas por las calles de cualquier localidad, la gente nos acosaba pidiendo dinero o se dedicaban a la prostitución. Los apagones eran extensos, muchas calles se ven llenas de basura y la mayoría de las edificaciones están ruinosas. El país parece en pie de guerra”.
Al respecto, el funcionario de Gaviota aclara que “la tasa de reincidencia de los turistas es inferior al 30 por ciento y, salvo excepciones, su poder adquisitivo es bajo”. Un segmento amplio de viajeros viene en busca de sexo barato. Cuba pudiera convertirse en la Tailandia del Caribe.
Iván García
Foto: El turismo en Cuba va cuesta abajo por el mal servicio, la poca variedad y calidad de los alimentos, el deterioro de las instalaciones por falta de mantenimiento y la falta de profesionalidad de su empleomanía, entre otras deficiencias, pero también por la errada política de construir hoteles en zonas rodeadas de inmuebles en pésimo estado constructivo y viejos edificios multifamiliares, donde a menudo falta el agua o el fluido eléctrico. Es el caso del Hotel Paseo del Prado, en Prado y Malecón, Habana Vieja. Imagen de José Leandro Garbey Castillo tomada de El Toque.
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