Dada la situación actual, resulta de ciencia ficción recordar que Cuba históricamente fue un país dedicado a la producción. La industria por ende marcó su desarrollo, su posición ante el mundo, las relaciones sociales establecidas y la conformación de su población, dejando una fuerte huella cultural en la nación.
Si hacemos una breve revisión histórica veremos que, una vez determinado su carácter estratégico como punto intermedio entre la península española y las colonias americanas de tierra firme, Cuba tuvo que incorporar rápidamente la agricultura y la ganadería. Con esto daba servicio a la flota española durante su permanencia en La Habana, pero también la proveía en su viaje de vuelta a Europa.
Del desarrollo ganadero derivó la exportación de velas, jabones y cuero, este último como materia prima para la confección de ropa, accesorios, muebles, piezas de maquinarias, etc. Capítulo aparte constituye la explotación minera, que puede considerarse la primera industria del país. Esta se remonta a 1530, con la apertura en Santiago de Cuba de la primera mina de cobre de Latinoamérica.
A partir del siglo XVIII, el azúcar comenzó a ganar importancia aprovechando las excepcionales condiciones naturales que la Isla ofrecía para su cultivo. De este modo, la explotación consciente y especializada de los recursos locales impuso el monocultivo natural de la caña de azúcar, que dominó el panorama industrial cubano hasta muy avanzado el siglo XX.
No obstante, Cuba produjo mucho más que azúcar. Su mayor diversificación industrial la alcanzó con el establecimiento de la República, aunque desde finales del siglo XIX puede observarse la incorporación de nuevos rubros dedicados a la satisfacción del mercado doméstico, a partir de entonces mejor abastecido.
Algunas de estas nuevas industrias llegaron a crear verdaderos emporios, gracias a la adecuada planificación de sus recursos financieros y estrategias comerciales, así como por las leyes que entonces apoyaron su desarrollo y de las asociaciones mercantiles creadas para la movilización de los planes y medidas que pudieran favorecerles, y para afianzar las conexiones de la industria y el comercio local.
Un ejemplo de manual fue la Nueva Fábrica de Hielo S.A. (1888). Sus fundadores habían transitado un largo camino de ascenso desde que llegaron, en el siglo XIX, como inmigrantes procedentes de Cantabria. En La Habana trabajaron como dependientes en comercios y almacenes del puerto, hasta convertirse en propietarios de compañías de vapores. La última de ellas fue la Compañía de Vapores Sobrinos de Herrera (1886), dedicada al cabotaje y al comercio con España, Estados Unidos y el Caribe. El inmueble donde radicaban sus oficinas, situadas estratégicamente junto al puerto, es el actual hotel Armadores de Santander.
La Nueva Fábrica de Hielo S.A., fue la segunda industria de su tipo en la capital, pues entonces solo existía La Habanera de Hielo (1878). Con su fundación, incorporó una nueva dinámica competitiva para este producto, y no pasó mucho tiempo para que se convirtiera en la primera y mayor productora y comercializadora de hielo y bebidas del país. Esto lo consiguió gracias a la diversificación de sus productos, lo que le llevó a dominar todos los componentes necesarios de su línea de producción.
De esta forma, en 1896 compró la fábrica cervecera La Tropical, situada en Puentes Grandes, instalación que amplió y modernizó, implantando el primer sistema mecanizado de la industria cervecera cubana, que empleaba la energía hidráulica del río Almendares. En 1909, absorbió una de las más importantes fábricas de cerveza norteamericana radicadas en Cuba, la Havana Brewery, propietaria de la Fábrica de Cerveza y Hielo Tívoli (1905), de Palatino. A partir de entonces la marca Tívoli comenzó a comercializarse como la segunda más importante de la Nueva Fábrica de Hielo, S.A.
En 1916, construyó en Palatino una fábrica de botellas, envases de vidrio, tapas y coronas, con una capacidad de producción de 90.000 botellas al día. Esta nueva industria le permitió autoabastecerse de todo lo que necesitaba, por lo que dominaba la producción de la cerveza, de su envase y del hielo para enfriarla. Dicha estrategia disparó a gran escala su capital, alcanzando a mediados del siglo XX el séptimo lugar entre las industrias cubanas no azucareras.
En 1911 explotaba más de siete marcas de cerveza entre claras y oscuras: Tropical, Tívoli, Águila, Excelsior, Maltina, Familia, Bola Roja, etc. El 3 de junio de 1928, sacó a la venta la cerveza clara Cristal Palatino; y el 1 de mayo de 1938, la cerveza negra de alta graduación, tipo inglés, La Tropical 50, en conmemoración al cincuentenario de la fábrica. También produjo la Maltina Tívoli vitaminada.
La calidad de la cerveza producida por la Nueva Fábrica de Hielo S.A. fue muy conocida y celebrada, y obtuvo varios primeros premios en exposiciones universales en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia y Bélgica. Para esta industria se contrataron consagrados técnicos y maestros cerveceros alemanes, que consideraban que con la tecnología estadounidense instalada en La Tropical se podía obtener una de las mejores cervezas del mundo. Las materias primas también eran de la mejor calidad. El lúpulo y la cebada, se importaban directamente de Alemania, y el agua, esencial en la fabricación de la cerveza, se extrajo siempre del pozo de San Gerónimo, en Puentes Grandes.
El 13 de octubre de 1960, se le notificó al presidente de la compañía, Julio Blanco Herrera Clavería, la nacionalización de esta industria y de todas sus dependencias. Un duro golpe para quienes durante más de medio siglo habían creado este excelente complejo industrial. Los bienes pasaron entonces al Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria.
No se han encontrado datos concisos sobre cuánto tiempo más estuvieron produciendo las fábricas bajo la nueva administración. Hoy permanecen cerradas e inaccesibles, y las de Palatino derruidas. Algunos cuentan que tras su abandono, los depósitos de La Tropical permanecieron por años llenos de cerveza. Las oficinas generales, en la Avenida 41 y Calle 48, en el actual municipio habanero de Playa, fueron ocupadas por el Ministerio de la Industria Alimentaria, que allí mantiene su sede.
Sin embargo, el buen observador aún reconocerá el uso original del inmueble en el muro perimetral, donde permanecen las molduras con forma de chapas de botellas que reproducen el logo de la Nueva Fábrica de Hielo. Distinta suerte tuvieron el busto de Narciso Gelats, cuarto presidente de la fábrica, en el Salón de Juntas de estas oficinas; y la escultura de Cosme Blanco Herrera, tercer presidente de la fábrica, en las oficinas de Palatino, destruidas como tantas imágenes que en la ciudad recordaban personalidades que marcaron el progreso industrial y económico del país.
En su eslogan, la cerveza Cristal dice seguir siendo la preferida de Cuba, aunque se produzca en Holguín y ya nada tenga que ver con la que era. En marzo de 2023, en Miami, descendientes de los propietarios de la fábrica han comenzado a producir la suya, sin agua del pozo de San Gerónimo, con la "y" en su nombre (Crystal) para evitar litigios, pero con el apego a la gloria arrebatada y la añoranza de lo que pudo ser.
Yaneli Leal
Texto e ilustración: Diario de Cuba, 30 de abril de 2023.
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