Cuando las huestes de Fidel Castro llegaron al poder en 1959 se inició el desmontaje de buena parte de las instituciones que se habían erigido en el país para garantizar la existencia del Estado de derecho.
Al mismo tiempo comenzó un ataque frontal contra las ideas liberales. En ese contexto el castrismo se dio a la tarea de tergiversar nuestra historia para negar la raíz liberal de la nación cubana.
De esa manera crecerían varias generaciones de cubanos cuya única brújula sería un Estado totalitario, colectivista, conculcador de las libertades individuales y, en el fondo, aunque a ratos debiera acudir tímidamente a ellas, enemigo de las relaciones de mercado en la economía.
La maquinaria del poder, entre tanto, por medio del monopolio de la enseñanza y el férreo control de los medios de difusión, confiaba en que la Isla se mantendría libre de la influencia de otras ideas políticas y distintas maneras de organización social.
Sin embargo, el castrismo se vio sorprendido cuando, allende los mares, la titánica labor de un político, escritor y periodista fue aclarando el horizonte de los cubanos de la Isla que de una u otra manera tenían acceso a su prédica liberal. Ese pensador preclaro era Carlos Alberto Montaner.
De ahí la saña del discurso oficial y oficialista a la hora de referirse a este faro del exilio cubano. Nunca le reconocieron ni uno solo de sus muchos méritos intelectuales. Lo tildaban de terrorista y agente de la CIA.
Como liberal de pura estirpe, Montaner recalcaba la importancia de la libertad. En muchos de sus trabajos periodísticos alertó acerca del robo de nuestra libertad cuando un gobierno decide por nosotros, cuando nos impone una manera de vivir, así como al fijarnos patrones de conducta y escalas de valores.
Sabíamos de la amplia producción literaria de Montaner, lo mismo en obras de ficción que en otras de pensamiento social. Debido a la férrea censura del castrismo, no muchos de esos libros han estado al alcance del cubano de a pie. No obstante, por medio de las bibliotecas independientes hemos accedido a algunas de sus obras, como Viaje al corazón de Cuba, Los cubanos, El regreso del idiota (escrito en colaboración con Plinio Apuleyo y Álvaro Vargas Llosa) y No perdamos también el siglo XXI.
Se trata de textos en los que hemos aprendido muchas de las cualidades que deben distinguir a las personas que abracen las ideas liberales. Entre ellas resaltan el apego a las leyes, el respeto a la propiedad y a las instituciones democráticas, y muy especialmente el sentido de tolerancia.
Un liberal ha de ser alguien que esté dispuesto a convivir con otras personas que piensen diferente a él. Esa cualidad, de por sí, convierte a un sistema liberal de gobierno en un ente infinitamente más justo que el que lamentablemente padecemos los cubanos de la Isla, donde los que se desvían del pensamiento oficial están expuestos a las distintas formas de represión por parte de las autoridades.
También debemos destacar la labor de Montaner al fundar la Unión Liberal Cubana, así como su trabajo en la editorial Playor, creada en los años de su exilio madrileño. Esta editorial publicó valiosos textos como los libros de economía de Carmelo Mesa-Lago y los de historia de Levi Marrero.
Ahora que se nos ha ido físicamente este cubano ejemplar, la mejor manera que tenemos de homenajear su memoria es, parafraseando uno de sus libros, contribuir a que en algún momento de este siglo XXI las ideas liberales se enseñoreen en el firmamento de la nación, tanto por su probada superioridad, como por nuestras tradiciones.
Orlando Freire Santana
Cubanet, 3 de julio de 2023.
Leer también: Primer presidente de la Unión Liberal Cubana.
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