Entre los excluidos por la regla impuesta en 1961 "Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada", Ana Echegoyen Montalvo (1901-1970), conocida también como Ana Echegoyen de Cañizares, encarna un caso absurdo y paradigmático, entre otras razones, por ser la primer mujer no blanca —en un medio caracterizado por los prejuicios raciales— que llegó a ocupar la Cátedra de Metodología Pedagógica en la Facultad de Educación de la Universidad de La Habana; y por dirigir un proyecto para eliminar el analfabetismo en Cuba, antecedente de la Campaña de Alfabetizadión de 1961. Sometida al anonimato, Echegoyen fue una eminente personalidad de la enseñanza, maestra normalista, investigadora, doctora en pedagogía y activista feminista,
En 1941 visitó Estados Unidos para entender cómo se eliminaba allí el analfabetismo entre jóvenes y adultos. En una entrevista sobre esta visita, expresó la fuerte impresión que le causó el trato recibido en los estados del sur de Estados Unidos por ser de descendencia africana y encontrarse con personas similares a ella en cargos importantes en aquel país.
Desde la Secretaría de la Comisión Reorganizadora de la Enseñanza, de la Cátedra de Metodología Pedagógica, Echegoyen promovió diversos cursos de perfeccionamiento para los maestros, y redactó varios textos: Guía didáctica de la Escuela Nueva (en colaboración con Alfredo Miguel Aguayo), Cuaderno de trabajo para la práctica de observación de Metodología Pedagógica, Libro primero de lectura para adultos, El continente de la esperanza, y las cinco cartillas del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL), en colaboración con el mexicano Jesús Isáis Reyes, (a partir del método ideofónico de Echegoyen). Por esa labor fue designada en los años 50, especialista de Educación para adultos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La obra de Echegoyen rebasó la enseñanza. Para Luis Javier Pentón, la doctora Ana Echegoyen fue tan pedagoga como líder social. Su labor en la presidencia de la Asociación Cultural Femenina demostró la potencialidad de las mujeres afrocubanas para combatir las barreras raciales y de género que dominaban en Cuba.
Diversas asociaciones cívicas, y organismos públicos y privados —la Universidad de La Habana, la Federación de Escuelas Privadas, la UNESCO y el Bloque Cubano de Prensa— cooperaron en la preparación de la campaña alfabetizadora de 1956. A fines de 1955, se inscribieron los alfabetizadores y se les impartió el curso "La alfabetización y sus problemas", y de marzo de 1956 a febrero de 1957 se imprimieron las cartillas y se desplegó la campaña. El plan inicial consistía en alfabetizar 10.000 adultos, pero por razones financieras solo se pudieron incluir 5.000. Este proyecto trazó un camino para eliminar el analfabetismo sin paralizar el resto de las actividades docentes, como sí ocurrió en 1961.
La cartilla alfabetizadora Enseñe a leer —basada en el método ideofónico de Echegoyen y preparada por ella— para motivar a los alfabetizadores razonaba lo siguiente: "Erradicar el analfabetismo debe ser cuestión de honor para todo cubano que ame a su Patria. Robarle unas horas al sueño o al descanso para dedicarlas a enseñar al que no sabe, es la más hermosa labor que puede hacerse por el engrandecimiento de la tierra que nos viera nacer". Ella no fue la primera en diseñar una cartilla de alfabetización, pero sí en crear un programa de alfabetización que incluía una cartilla y un manual para educadores.
Partiendo del principio de que los adultos deben aprender a leer y escribir de la misma manera que los niños, la investigación de la campaña se enfocó en validarlo o rechazarlo. Para ello, Echegoyen realizó un estudio cuyos resultados revelaron que la hipótesis estaba equivocada: los adultos aprenden de forma diferente, porque hacen "resistencia a la memorización de las frases y oraciones incluidas en la unidad de lectura". Esas conclusiones la llevaron a una serie de reflexiones para mejorar las futuras campañas alfabetizadores. A pesar de la inadecuación del principio ideofónico a los adultos, su método reflejaba un mensaje cívico-educacional para que la alfabetización culminara en una labor social.
Al concluir la campaña, Echegoyen redactó un informe para la UNESCO, titulado Métodos de alfabetización de adultos en Cuba. Educación de adultos y jóvenes, que marcó pautas en la investigación sobre los métodos y conceptos de la alfabetización de adolescentes y adultos en América Latina y el mundo.
Mas allá de los esfuerzos y sacrificios de cientos de miles de cubanos para enseñar a leer y escribir, la campaña de 1961 fue el primer paso para fomentar el analfabetismo cívico. La cartilla y el manual empleados conformaron dos instrumentos de adoctrinamiento ideológico.
La cartilla contenía 14 temas, comenzando por la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo primer ejercicio consistía en buscar las vocales O, E y A en las palabras Cuba, Camilo, Fidel y Raúl. Algunos de los trece restantes eran: "La reforma agraria nació en la Sierra", "La reforma agraria da tierra a los campesinos", "Ya los campesinos son dueños de la tierra", "Los pescadores ahora viven mejor", "El campesino compra bueno y barato en la tienda del pueblo", "No habrá bohíos ni solares en años venideros", "Ganamos todas las batallas guiados por Fidel", "¿Qué podemos leer? ¡Patria o Muerte! Venceremos".
De José Martí, principal figura política de nuestra historia —con un avanzado pensamiento pedagógico, por si fuera poco, y un caudal de textos ricos en enseñanzas universales— aparece solo una foto en las páginas finales con un poema de Nicolás Guillén que cierra con el verso "Vino Fidel y cumplió, lo que prometió Martí".
Por su parte, el Manual del Alfabetizador fue una guía técnica y política, de 24 temas, entre ellos: "La Revolución", "Fidel es nuestro líder", "La tierra es nuestra", "El imperialismo", "La revolución gana todas las batallas", y "La Declaración de La Habana".
La similitud didáctica y metodológica entre los textos empleados en ambas campañas (1956 y 1961) demuestra —aunque hubo una evolución del modelo didáctico utilizado por Echegoyen— que algunos rasgos de la primera perduraron en la segunda: las cartillas para los estudiantes y el manual para el alfabetizador (metodologías análogas), así como la estructura de la enseñanza de la lectura y la escritura. Las diferencias en ambas están en los objetivos y resultados: la de 1956 propugnaba el conocimiento moral y cívico como herramientas para la superación del individuo y de la sociedad; la de 1961, la conversión del ciudadano en súbdito del Estado totalitario.
El Gobierno revolucionario, al tomar el poder en 1959, le ofreció a Echegoyen el cargo de ministra de Educación. Ella no lo aceptó: perdió su cargo, se jubiló, su labor académica desapareció de las páginas de la pedagogía cubana, y su ejemplar labor en la campaña alfabetizadora de 1956 no está registrada en el Museo Nacional de la Alfabetización. La versión de la enciclopedia oficialista EcuRed es esta: "Al triunfo de la Revolución se jubila y ve con simpatía el logro de la alfabetización en Cuba, campaña por la cual había luchado individualmente en la década de los años 50".
Nada dice la oficialista EcuRed de la censura que el régimen revolucionario le impuso. A pesar de ello, su obra y ejemplo —orgullo de la pedagogía cubana—, marcaron una pauta en la educación, al crear el primer modelo didáctico de alfabetización en Cuba. En la historia por reescribir, a pesar de la sentencia al anonimato, Ana Echegoyen ocupará el lugar que le corresponde y le han negado.
Dimas Castellanos
Texto y foto: Diario de Cuba, 29 de octubre de 2023.
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