viernes, 15 de marzo de 2013

Ojos que no ven, corazón que no siente



En 1959, Cuba tenía 6 millones de habitantes y 6 millones de cabezas de ganado, una por habitante. Cada cubano consumía al año un promedio de 76 libras de carne de res, por lo que la isla ocupaba el tercer lugar en ese acápite en el hemisferio occidental. En el 2000, con 11 millones de habitantes, solo habían 2,5 millones de cabezas de ganado.

Entre 1961 y 1965 fui maestra de domésticas o antiguas criadas. En La Habana vivían miles de domésticas y para su superación fueron abiertas varias escuelas nocturnas en distintos municipios de la capital. Yo trabajé en tres: en el antiguo colegio La Luz, en 25 y M, Vedado; en un colegio que quedaba en Neptuno y San Francisco, detrás de la iglesia El Carmen, y en una escuela situada en La Cuevita, barrio marginal de San Miguel del Padrón. Muchas de mis clases las tuve que dedicar a uno de los temas más populares entonces: los 'experimentos' de Fidel Castro en la ganadería.

Como si de recetas de cocina se tratara, comentábamos sobre los cruces de Holstein con Cebú o de las yerbas y pastoreos intensivos aconsejados por André Voisin. El científico francés se hizo muy amigo del comandante y a cada rato viajaba a la isla. Cuentan que el 21 de diciembre de 1964, lo esperaban en la Universidad de La Habana para ofrecer una conferencia y quien se apareció fue Castro, con la noticia de que Voisin había fallecido de un infarto. En 1985, cuando murió Ubre Blanca, la vaca superstar del barbudo, desde hacía dos décadas había cambiado el magisterio por el periodismo.

El excelente documental 'Fiel' Castro, de Ricardo Vega, estrenado mundialmente en internet en 2011, a mi memoria trajo aquellos tiempos, cuando los cubanos de veras creíamos que todos los días íbamos a desayunar café con leche y que por lo menos dos o tres veces a la semana, comeríamos carne de res, en forma de bistec, asada, con papas o molida, para preparar picadillo, croquetas o albóndigas.

Y como en los cuentos infantiles, el tiempo pasó y pasó. Y con él la carne de res, que desapareció del menú de las familias. Salvo excepciones, aunque ya ni los poseedores de pesos convertibles pueden darse el lujo de comer carne de res a menudo, por su alto costo en las shoppings o tiendas recaudadoras de divisas. "Si no hay pan, se come casabe", dice un refrán criollo. Y ante la escasez de ganado vacuno y lo arriesgado que resultaba matar un toro o una vaca y luego vender la carne, se pusieron de moda los matarifes de caballos. Pero este oficio también es peligroso, según en 2010 relataba Iván García.

En la isla hay personas que prefieren más la carne de caballo a la de res. Dicen que alimenta más y es más digerible para niños, enfermos y ancianos. Nunca la he probado ni la pienso probar. En 1997 o 98, no me acuerdo bien, escribí una crónica titulada Cabeza de caballo, basada en un hecho real.

Un amigo que vivía en Santiago de las Vegas, nos contó que un fin de semana, por el calor había dejado abierta la puerta de la sala y de pronto, mientras con su esposa veía 'la película del sábado', les llamó la atención el ir y venir apresurado de varias personas hacia el placer que quedaba frente a su casa. Salen al portal y preguntan a un vecino si sabe qué estaba pasando. "Es que tiraron los restos de un caballo que mataron y en cuanto la gente se enteró, se fue con cuchillos y jabas, a ver si quedaba algo de carne".

Ni corto ni perezoso, mi amigo entró como un bólido a la casa, se dirigió a la cocina, cogió el primer cuchillo que vio y le pidió a su mujer un nailon. Por el apuro, ella le dio el del pan, que ya estaba vacío. Cruzó la calle y llegó al placer. "Pero me puse fatal, lo único que quedaba era la cabeza. Y para colmo, murió con los ojos abiertos. Creo que nunca voy a olvidar aquella mirada, la de un pobre animal implorando clemencia".

¿Por qué he escrito todo esto? Por la jodedera que en Europa se ha formado por la carne de caballo. No porque sea mala, si no porque han engañado a los consumidores, al no especificar en las etiquetas que en las hamburguesas y lasañas han mezclado carne de res y de caballo. O váyase a sabér con qué más. Anécdotas aparte, ya quisieran los cubanos poder comer esos paquetes de congelados con carne molida. Sea de res, caballo, puerco, oso, venado, reno... A fin de cuentas, "ojos que no ven, corazón que no siente".

Tania Quintero



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