lunes, 12 de agosto de 2013

Transporte público: empeora el servicio


Viajar dentro de la isla se puede convertir en una aventura. O una pesadilla. Pregúntenle a Danilo, 42 años, sobre su travesía en tren desde Santiago de Cuba a La Habana.

“Fue una odisea. El trayecto duró más de 20 horas por roturas y excesos de paradas. Los vagones estaban sucios y los asientos incómodos. El aire acondicionado no funcionaba. Baños hediondos. La comida ofertada estaba mal elaborada. Y todo el tiempo debes estar atento al equipaje: en cualquier estación hay 'especialistas' en robar maletas. En cada parada, te encuentras ferias ambulantes con vendedores de queso, guayaba, pescado o raspadura. Cuando llegué a mi casa, estaba tan cansado como si hubiese hecho un viaje trasatlántico desde Australia. No le recomiendo a nadie que viaje en tren de Santiago a La Habana”, recuerda Danilo.

Aunque el régimen se ha esforzado en mejorar la transportación de pasajeros, el servicio sigue siendo muy deficiente. Impuntualidad en los horarios de salidas y llegadas, pésimas condiciones de algunas estaciones de ferrocarril y ómnibus, y malos tratos por parte de los empleados que atienden a los pasajeros.

La peor estación de Cuba propablemente sea La Coubre. Ubicada a tiro de piedra de la bahía habanera, es un hangar de estructuras de acero y techo de zinc, armado a la carrera con el propósito de cobijar a viajeros interprovinciales.

Es una terminal de lista de espera, donde la gente duerme en el piso mientras esperan abordar un ómnibus que los traslade a sus provincias. La falta de higiene es constante. La descortesía del personal es una marca registrada. Las riñas, robos e inodoros desbordados de excrementos son habituales.

La corrupción entre los encargados de vender boletos e inspectores de transporte funciona mejor que un reloj suizo. Un billete de 5 o 10 pesos convertibles es una garantía para saltarse el orden de la cola y viajar con inmediatez.

Aunque a mediados de 2004 el régimen realizó una fuerte inversión en la compra de ómnibus y locomotoras chinas, el servicio sigue siendo ineficiente. En los ómnibus es menos malo. Los horarios se suelen cumplir. Y la terminal de La Habana, una edificación de dos plantas pintada de azul y blanco, construida a finales de los años 50, presenta mejor cara.

Viajar en ferrocarril es otra cosa. Es como una aventura de Indiana Jones. Los coches casi nunca están climatizados. Y el mal estado de las vías provoca que los trenes se desplacen a baja velocidad. Son coches de segunda mano adquiridos en rebaja en Francia o Argentina.

Los horarios no se respetan. Pueden existir atrasos de hasta 10 horas. El presidente Raúl Castro viene implementando inversiones en las vías férreas. A paso de tortuga se ejecutan cambios de traviesas en mal estado.

Durante años, las principales líneas ferroviarias sufrieron el robo de traviesas por parte de personas que luego las utilizaban en la construcción de cercas o cobertizos para criar animales.

Otra asignatura suspensa desde la etapa de Fidel Castro como gobernante, es el transporte urbano de pasajeros. En los años de más abundancia material de su revolución, cuando había yogurt y leche sin cartilla de racionamiento, en La Habana rodaban 2,500 ómnibus y cerca de 4 mil taxis. Aún así, había déficit en el transporte urbano.

Con la llegada de esa guerra silenciosa llamada 'período especial', viajar en guagua por la ciudad era toda una proeza. Varias rutas pasaban solo dos veces al día. Aparecieron los famosos ‘camellos’. Un camión al que se le adaptaba un remolque y cargaban 300 personas apiñadas como sardinas en lata. Estos vehículos, por suerte ya desaparecidos, eran auténticas saunas, plaza fuerte de carteristas y pervertidos sexuales.

En 2004, el régimen compró en China y Rusia unos 5 mil autobuses y camiones. El transporte urbano, en estado de indigencia, a partir de 2007 mejoró cuando comenzaron a rodar alrededor de 470 ómnibus articulados de la marca Yutong, Liaz y Maz. Se creó una empresa, llamada Metrobús, que gestiona 17 rutas designadas con la sigla P que recorren las principales arterias de La Habana.

Su frecuencia en horas pico debe ser de 5 a 10 minutos. Pero debido a problemas de financiación o por la compra de ómnibus de mala calidad en Bielorrusia, más de 180 autobuses están parados por falta de piezas de recambio. Y en ocasiones, los habaneros deben esperar una hora en la parada para abordar un Metrobús.

La Habana es una ciudad sin otros medios alternativos de transporte. A falta de tranvías, un metro o un tren suburbano, y con un servicio de taxis estatales en pesos que apenas funciona, la única opción es viajar en atestados ómnibus. O en viejos taxis particulares.

Iván García
Foto: Tomada del blog Desde La Habana.

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