viernes, 20 de mayo de 2016

El extravagante mercado inmobiliario cubano



En la Avenida Acosta, entre Heredia y Calzada de Diez de Octubre, Víbora, barrio al sur de La Habana, en doscientos metros se concentran cinco cafeterías, tres pizzerías, tres paladares, dos heladerías y una dulcería.

Todo ese complejo gastronómico es privado. Una de las pizzerías es una cooperativa gastronómica: un ruinoso bar lo arrendaron al Estado y lo transformaron en un establecimiento de calibre.

Dos viejas casas fueron vendidas a emprendedores privados, y después de remodeladas, las convirtieron en restaurantes. Según una de las ex propietarias, por 45 mil dólares traspasó su vivienda.

“Con una parte del dinero mi hija se fue para Ecuador. Con el resto me compré un apartamento de dos cuartos en Vieja Linda, en el reparto Los Pinos -perteneciente al municipio habanero de Arroyo Naranjo- y todavía me quedó una tierrita (dinero) pa’ ir tirando”, cuenta.

Carlos, dueño de la pizzería ubicada en Acosta y Heredia, compró una casa contigua a su negocio y armó una taberna de corte victoriano que abrirá próximamente.

La buena noticia para el conglomerado de negocios gastronómicos es que todos tienen ganancias que fluctúan entre los 25 a 120 dólares diarios. Incluso más los fines de semana.

La mala, es que el precio de venta de una casa, no importa el estado constructivo, se ha disparado notablemente.

“Antes del boom de los negocios particulares, una residencia por esta zona de la Víbora costaba entre 8 y 20 mil dólares. Ahora su precio se ha duplicado, y las casas anteriores a 1959 que se conservan en buen estado, pueden costar hasta 100 mil dólares”, detalla Calixto, quien se dedica a la compra y venta de casas.

Pudiera pensarse que el alto costo inmobiliario es distintivo de esas dos cuadras, donde sin mediar ningún estudio de mercado, los negocios privados marchan viento en popa.

Pero no. A tres kilómetros del ‘dorado gastronómico’, Jorge, 56 años, remoza su apartamento, ubicado en el pasillo interior de una vivienda que estuvo ocupada por familias de bajos ingresos.

El plan de Jorge es sencillo: “Vender el apartamento de dos cuartos en 13 mil dólares y poder marcharme del país. Ya mis dos hijas y mi esposa se fueron. Solo falto yo”.

Cuando en el otoño de 2011 la autocracia verde olivo de Raúl Castro autorizó la compra y venta de casas, el mercado inmobiliario se ha movido de manera irregular, pero siempre al alza.

Un funcionario que prefiere el anonimato aclara que “antes de esa fecha, las compras o ventas de viviendas eran ilegales. Se camuflaban con permutas y traspasos por herencias. Así, por debajo de la mesa se vendían miles de casas. Entonces el precio de un apartamento de tres habitaciones, planta capitalista moderna, no superaba los 20 mil dólares, a no ser que estuviera situado en el Vedado o Miramar. Era raro que una mansión llegará a costar 100 mil dólares”.

Y añade que “en 2012 las ventas fueron pocas, menos de 12 mil en todo el país. Luego crecieron, al igual que los precios. Hay tres tipos de compradores: extranjeros casados con nacionales, cubanos que residen en el exterior y cuentapropistas boyantes que se han comprado casas para convertir en nuevos negocios o residir en ellas”.

Según el burócrata local, los precios exorbitantes dependen de la zona y el estado constructivo. “Una casa en el reparto Cubanacán puede costar más de un millón de dólares. Y una casa en Mantilla no más de 20 mil. Yo creo que los precios en Cuba están acordes a los de otros países. Un piso en Europa o Estados Unidos vale 200 mil dólares y una casa sin grandes pretensiones no baja de 300 mil euros”.

Noris, arquitecta, cree que el mercado inmobiliario cubano anda desquiciado. “En ningún lugar del mundo se venden casas con 60 o más años de explotación y pagando al contado. Los bancos te otorgan créditos. Y cuando usted compra una casa, puede venir hasta con los muebles. En Cuba después de adquirir una vivienda debes gastar varios miles para repararla y adaptarla a tu gusto”.

A pesar de los días lluviosos y el aire frío procedente del malecón, el mercado informal de compra y venta de casas ubicado en el Paseo del Prado, Habana Vieja, siempre está concurrido. Aquí los corredores no tienen oficinas ni visten trajes de quinientos dólares.

Sentados en bancos de mármol, escoltados por leones de bronce, intercambian información con presuntos clientes sobre las viviendas en venta. Anisia y su esposo escuchan atentamente a un señor canoso con voz de barítono que les ofrece una variedad de casas y precios.

“Nosotros queremos comprar un apartamento en el Vedado o Miramar, pero los precios no bajan de 70 mil dólares. Tendremos que seguir reuniendo”, apunta el matrimonio.

En internet se localizan decenas de sitios dedicados a la venta de casas. Quizás el más reputado sea Cuba Home Direct, creada por Milly Díaz, una cubana que aprendió el oficio de agente inmobiliario en Gran Bretaña.

Las casas edificadas antes del 59 cuestan el doble de una vivienda construida por la revolución de Fidel Castro. Dagoberto, corredor de permutas, asegura que “el noventa por ciento de las viviendas construidas después de 1959 son de pésima calidad. No solo por sus defectos constructivos, también porque son barrios donde no existe una infraestructura pública idónea”.

La construcción de viviendas en Cuba es una asignatura pendiente del régimen. Hay un déficit de un millón doscientos mil casas en la Isla.

En 2015 se construyeron 17 mil viviendas por esfuerzos propios. La mayoría de estas construcciones son financiadas por parientes en el extranjero, personas que trabajaron un tiempo fuera de Cuba o dueños deemprendimientos privados exitosos.

Adelfa, lleva siete años intentando terminar su casa. Vive junto a su esposo y tres hijos en una casa con piso de cemento, paredes sin repellar y ventanas de hierro donde los cartones sustituyen a los cristales.

“Ya he gastado 8 mil pesos convertibles (alrededor de 9,500 dólares) y todavía me falta la mitad. Estamos parados por falta de dinero”, expresa.

En las tiendas por moneda dura los materiales de construcción están gravados en un 300%. A pesar de los altos precios de venta, se potencia en La Habana un nicho de mercado que se dedica a comprar casas para instalar negocios, como sucede en el barrio de la Víbora.

Aunque Jorge considera que es más lucrativo vender la casa y marcharse del país. “Mientras más lejos, mejor”.

Iván García

Foto: La Fuente bar, restaurant y pizzería, un negocio familiar situado en la Avenida de Acosta entre 5ta. y 6ta., La Víbora, municipio 10 de Octubre, La Habana.

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