lunes, 6 de agosto de 2018

Díaz-Canel a debate


La máquina ranura el centro de calle y después una brigada de trabajadores de Aguas de La Habana, con sus overoles azul prusia, retiran las viejas conductoras que sustituyen por tuberías de termofusión de color negro. Para finalizar la obra, una pala mecánica vierte escombros en la zanja. La brigada de operarios se monta en un camión y le prometen a los vecinos que próximamente la empresa de viales asfaltará la destruida calle con sus abundante parches de tierra.

En Cuba la felicidad nunca es completa. Mayra, residente en una zona baja muy cerca del añejo Estadio del Cerro, aclara que “al menos drenaron el alcantarillado, colocaron nuevas tuberías y espero que con las fuertes lluvias del verano no se vuelvan a inundar las calles como antes”.

En el municipio 10 de Octubre, en la Avenida de Santa Catalina, escoltada por framboyanes, las brigadas de Aguas de La Habana estuvieron tres meses sustituyendo viejos conductos y al finalizar las obras, en la calzada ha quedado una cicatriz de tierra y piedras que afecta la circulación vial.

“Nos dijeron que en una semana vendrían a asfaltar, pero ya ha pasado más de un mes y la avenida sigue igual, con sus huecos y polvaredas. Ni Fidel, Raúl y Díaz-Canel enderezan esto”, señala René, vecino del lugar.

La sustitución de tuberías y renovación del inoperante acueducto no es una estrategia del nuevo presidente. Sandra, ingeniera de Aguas de La Habana, afirma que “este proyecto de reanimación hidráulica destinado a solucionar los salideros en los conductos, que provocaban la pérdida del 50 por ciento del agua que se distribuía, comenzó a ponerse en práctica en el año 2002. Díaz-Canel no fue su gestor”.

Pero dos meses después que Miguel Díaz-Canel fuera elegido a dedo por el autócrata Raúl Castro y ratificado en el monocorde parlamente nacional, la gente en la calle se despacha con cuchara ancha y juzgan el desempeño de un presidente que ha asegurado que las ‘estrategias más importantes del país las continuará tomando el compañero Raúl’.

Orestes, taxista particular, comenta que “el nuevo presidente siempre está reunido. Todos los días se reúne con alguien. No resuelve nada ni dice cuándo piensan solucionar algo. Pobre 'Canelo' (mote que le han puesto) sentado con tremenda cara de miedo entre Ramiro Valdés y Machado Ventura, aparentando administrar el país. El hombre es un cero a la izquierda. En Cuba se sabe que quienes mandan son Raúl Castro, Machado Ventura, Guillermo García, los tres jefes de ejército, el ministro de la FAR y el diabólico Ramiro Valdés. Ese guajiro de Villa Clara es un actor de reparto en el sainete que le han montado”.

Miriam, jubilada, prometió darle un plazo de tiempo al nuevo presidente para luego poder juzgar su desempeño. “Pero el hombre ni fu ni fa. No dice que va a hacer para mejorar las condiciones de vida de los cubanos. Todo son visitas a centro de trabajo, reuniones y encuentros con visitantes, funcionarios y ministros, pero no acaba de legislar nada en tema económico. Mientras, los precios en los agros siguen subiendo y el déficit de comida es un problema nacional”.

Saúl, dueño de un cafetería en el populoso barrio de la Víbora, considera que “Díaz-Canel es un cara de tabla. Un enchufado, como dicen los españoles. Hay que ser muy tonto o muy ingenuo si el pueblo piensa que él resolverá nuestros problemas. Probablemente ocupó ese cargo para decretar medidas impopulares, como prohibir a las mulas y, de paso, elevar aún más los aranceles a los cubanos que viajan. O limitar y ponerle más trabas al trabajo particular. Ya vamos para un año y el gobierno no ha dicho ni una palabra sobre los cuentapropistas. A Díaz-Canel no lo nombraron para abrir, al contrario, para cerrar, crear mayores controles y sofisticar el sistema”.

De la futura Constitución los cubanos de a pie no esperan grandes cosas. “Es la primera vez que veo que crean una constituyente sin antes haber realizado un referéndum popular. Eso es un cocinado. No participan diversas tendencias de la sociedad como los trabajadores privados, las cooperativas no agropecuarias y personas que apuestan por reformas más profundas que puedan sacar el país del atolladero en que se encuentra. Esos 33 diputados son simples ventrílocuos. Si en la nueva Constitución no se recogen las reales aspiraciones de un segmento de cubanos, se aceptan diferentes modos de pensar diferentes, tendencias políticas distintas y no se estipulan mayores espacios de libertad ciudadana, el engendro jurídico que salga de ahí no se diferenciará mucho de la encartonada Constitución de 1976”, comenta Luis, estudiante universitario.

Cuando usted les pregunta a los cubanos que desayunan solo café, sobre la futura Constitución, el registro de respuestas va desde la contrariedad y el silencio al atroz analfabetismo jurídico.

“A mí lo único que me interesa que aparezca en la nueva Constitución es que los cubanos tengamos salarios dignos, un techo seguro donde vivir y dos comidas calientes al día. Todo lo demás me importa un comino”, señala Abdiel, que cumple una sanción penitenciaria barriendo parques.

Cae la noche en La Habana. En la sobremesa, después de comer, las familias charlan de diversos temas. Unos hacen planes para emigrar y otros prefieren matar el tedio viendo telenovelas o un partido del mundial de fútbol. “No se puede coger lucha, brother, los infartos están a la orden del día”, confiesa Josué, jubilado de 76 años.

Y a continuación prende un rudimentario ventilador cuyas aspas repletas de polvo no apaciguan el calor que por estos días asola la capital. Ver televisión y beber ron es un buen pretexto para escapar del manicomio cubano.

Iván García

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