lunes, 17 de febrero de 2020

Darcy Borrero: "No me alejaría nunca del periodismo"


La Güinera, a 45 minutos del centro de La Habana, es el típico distrito de casas bajas con una iglesia católica, un centro comercial, una unidad policial y un pequeño cementerio de los que abundan al sur de la ciudad. Bordeando la Calzada de Bejucal, limita al norte con Párraga, al sur con el municipio Boyeros y al este el Reparto Eléctrico con sus horribles edificios-dormitorios de arquitectura soviética.

Las callejuelas adyacentes, oscuras y mal asfaltadas, no pocas veces son territorio de masturbadores públicos y atracadores. No hay hoteles cinco estrellas. Ni los tres Papas que han visitado la Isla, ni los Reyes de España ni el presidente estadounidense Barack Obama en sus recorridos incluyeron La Güinera, un lugar donde la gente bebe alcohol por cualquier motivo, las broncas son de coger palco y la violencia doméstica está a la orden del día.

A siete cuadras de la Calzada de Bejucal, entre casas de madera y paredes de bloques a medio repellar, vive Darcy Borrero Batista, periodista, poeta y ensayista nacida el 12 de diciembre de 1993, en el municipio de Palma Soriano, Santiago de Cuba. Vino al mundo en pleno Período Especial.

Darcy forma parte de una hornada talentosa que ha situado al periodismo narrativo cubano en un primer plano. En las redacciones de revistas y periódicos los reporteros más sobresalientes escriben bien, pero poco. Ella no solo escribe mucho, también redacta muy bien. Actualmente publica en varios sitios independientes (El Toque, El Estornudo, Tremenda Nota) y textos suyos han aparecido en Washington Blade y The HuffPost México. En septiembre de 2019 fue una de las firmantes de la Declaración de la Prensa Independiente de Cuba .

Por si no bastara, habitualmente participa en talleres narrativos y tertulias de poesía. El colega que me la recomendó me dijo: “En más de veinte años de trabajo mi curriculum es de cinco líneas y el de esa muchacha es de cuatro párrafos. Una abeja reina obrera”. Ha ganado varios premios de poesía y periodismo. Se mueve con soltura en cualquier género periodístico. Si le dieran escoger, prefiere el reportaje de fondo.

No puso reparo en ser entrevistada el viernes 13 de diciembre, un día después de cumplir veintiséis años. Quedamos en vernos en mi apartamento del barrio La Víbora. Llegó puntual. Vestida sin estridencias y sonriente.

Darcy, en tu perfil en El Toque te preguntabas a ti misma quién eras. ¿Ya lo descubriste?

Tengo dudas todo el tiempo sobre quién soy, qué represento y por qué estoy aquí. Soy bastante religiosa, entonces eso a veces me hace creer, exageradamente, que tengo alguna misión, que estoy aquí para recorrer tierras también.

¿Qué religión profesas?

La yoruba, religión afrocubana. No soy fanática. Pero cuando estoy en Santiago de Cuba suelo ir al Cobre. Nací a 25 kilómetros del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Recuerdo que con cinco años enfermé de otitis y mi mamá me llevó una promesa a la iglesia. Parece que la Virgen escuchó, porque mejoré muy rápido. Y quizás ahí está un poco la raíz de esa fe.

¿Cuándo te trasladas a La Habana?

Tenía seis años cuando mi madre vino para la capital del país. Comencé el segundo grado en la escuela primaria Tomás Alva Edison, en La Víbora. Allí sufrí burlas de mis compañeros de clase. Era la ‘palestinita’ del aula. Imagínate, mi mamá vendía cremitas de leche en los alrededores de la escuela. Entonces algunos alumnos me decían ‘cremita de leche’. Pero las cosas fueron cambiando a medida que me fui integrando.

¿De dónde vienen tus inclinaciones literarias? ¿Hay algún periodista o escritor en la familia?

No. Tengo una tía que es filóloga, estudió en la antigua URSS, es especialista en literatura rusa. Pero después de su regreso nunca ejerció la filología. Mi mamá siempre se preocupó de que yo leyera. A pesar de ganar muy poco dinero, me llevaba a las ferias del libro, me compraba libros y buscaba que yo leyera. Por parte de padre tengo dos hermanas que son doctoras, pero periodista soy la única en la familia.

Terminas la secundaria e ingresas en el Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin, donde la mayoría de los alumnos eran hijos de altos funcionarios del gobierno y también los mejores estudiantes habaneros. ¿Cómo pudiste acceder a la crema y nata del bachillerato en Cuba?

Es que yo era muy aplicada. Nadie me regaló nada. Mi madre no tenía dinero para pagar los repasos con maestros particulares fuera del horario escolar. Tuve que esforzarme bastante. En ese tiempo, la evaluación en la secundaria era en base a 10 puntos y yo la terminé con 9.98. Mi mamá lo único que pudo comprarme fueron algunos libros y una mesita para que pudiera estudiar mejor. Te cuento una anécdota. Como sabes, la Lenin es una escuela que prioriza las ciencias. Yo era muy buena en letras, sobre todo en español, pero en matemáticas no tenía todas las herramientas, por las carencias que existen en la educación pública actual. La nota que obtuve para ingresar en la Lenin no fue alta. Pero me aceptaron. Ya en la Lenin, mejoré mucho en las asignaturas de ciencias.

Cuando ingresas en la Lenin la educación cubana iba en franco retroceso ¿Cómo eran las condiciones allí?

Sí, es cierto, pero la Lenin era atendida directamente por el Consejo de Estado, en Cuba estaba de moda la 'Batalla de Ideas' y a pesar de los apagones, los albergues tenían aire acondicionado y había agua fría y caliente para bañarse. Los profesores eran de lo mejorcito que había en el país. Después comenzaron los problemas con el agua y el último año lo pasamos en un preuniversitario en la calle.

Para estudiar periodismo en Cuba, además de buenas calificaciones, se necesita ‘integralidad y compromiso con la revolución'. ¿Antes de ingresar en la Universidad sentías vocación hacia el periodismo?

En aquel momento tenía tres opciones. Pedí Relaciones Internacionales, Periodismo y Química pura. La primera opción que pedí fue Relaciones internacionales, pero ya sabes que para ingresar en esa carrera hay que ser 'hijo de papá' o de un peso pesado en el gobierno. Aunque yo tenía méritos y llegué hasta las pruebas finales, a última hora, aun no sé por qué, me desecharon. Entonces opté por estudiar periodismo. Ahora lo agradezco infinitamente.

¿Estudiaste en la Facultad de Comunicaciones que queda en la Avenida de los Presidentes, en El Vedado?

Sí, Elaine Díaz, actual directora de Periodismo de Barrio, era profesora y nos dio conferencias. Una prueba teórica que nos hicieron la calificaron Elaine y Liliam Marrero, otra profesora de la Facultad de Comunicaciones.

¿Y qué calificación obtuviste?

Fui diploma de oro. El máximo eran 5 puntos y mi promedio fue 4.88. Aunque para ser sincera, cuando comencé a estudiar periodismo tenía unas cuantas lagunas. Luego con la práctica fui limando errores.

¿Dónde hiciste el servicio social?

Hice prácticas en Prensa Latina y en el periódico Trabajadores, pero el servicio social lo pasé en el periódico Granma. También me propusieron Tribuna, el periódico oficial de La Habana, pero me dije, "qué voy a aprender en Tribuna, quiénes me van a leer". Entonces decidí ir a Granma, sobre todo porque llega a mayor cantidad de lectores. Que es lo único que se puede aprovechar en un medio oficial de ese tipo.

¿En Granma en que sección trabajaste?

Comencé en la sección cultural. Cubría cine, televisión y artes plásticas. Primero empecé haciendo notas. Hasta que un día propuse hacer un trabajo sobre el desarrollo de las telenovelas en Cuba, luego seguí haciendo otras propuestas y me dejaron hacer algunas cosas. En ese entonces el director del periódico era Pelayo Terry, posteriormente destituido. Ya estando en Granma yo quería comenzar a colaborar con medios alternativos o independientes y en eso el periódico me pide que entreviste al cineasta Enrique Pineda Barnet. En ese momento se debatía sobre la ley de cine y sobre la censura al filme Santa y Andrés de Carlos Lechuga. Había una serie de debates en el entorno cinematográfico y al ver que no publicaban la entrevista, la subí a mi muro de Facebook. Entonces alguien de OnCuba, medio internacional acreditado en La Habana y dirigido por Hugo Cancio, me pidió publicarla allí. Y cuando sale, se abrió la caja de los truenos en Granma. Me llaman los directivos del periódico y me dicen que funcionarios de cultura querían saber por qué la entrevista de Pineda Barnet, que supuestamente era para publicar en Granma, aparecía en OnCuba. Eso me costó una amonestación. Pero seguí trabajando en el periódico.

¿Por qué algunos periodistas oficiales optan por publicar en medios alternativos? ¿Porque se paga mejor? ¿O porque saben que ciertos artículos no van ser publicados en la prensa oficial?

Siempre las autoridades tratan de enfocarlo en el tema económico, monetario. La economía es importante, estamos claros, y en un medio alternativo o extranjero se paga mucho más que un medio estatal. Aunque eso es relativo, pues hay que ver las prebendas que tienen algunos periodistas oficiales. Pero mi motivación no era esencialmente económica, mi motivación era tener diálogo, balance, objetividad. Que el texto no estuviera totalmente inclinado a la opinión del partido comunista. Y que tuviera espacio para pensamientos y criterios diversos. En el periódico Granma la línea editorial es demasiado rígida. A veces puede ser conflictivo algo tan sencillo como decir que existe racismo en Guinea Ecuatorial o que en esa sociedad el machismo está muy arraigado. La justificación para esa censura bestial es que "no se puede hablar de eso porque ese es un país amigo".

¿Cuántos artículos publicaste en Granma?

Muchísimos. El castigo por publicar a Pineda Barnet en OnCuba fue pasarme a la redacción internacional, algo que mucha gente lo vio como un ascenso. En esa redacción logré integrarme. A mí me tocó cubrir el continente africano, el que nadie quería. Con mucho gusto lo acepté. Trabajar ese continente, el más silenciado mediáticamente, me dio la posibilidad de explorar muchas cosas. Pero había mucho refrito, porque parte del trabajo era de agencias de noticias.

¿Y a la hora de las coberturas en el extranjero?

No, eso jamás me tocaba. Para viajar buscan a los mismos de siempre. A mi me tocaron algunas coberturas locales cuando visitaba Cuba algún alto funcionario o presidente africano. Asistí a una que otra recepción, pero eso incluso se prohibió. Cosa disparatada, pues en ese tipo de actividad más que socializar, uno consigue hablar con diplomáticos y embajadores y obtiene sus fuentes.

¿Cómo son las condiciones de trabajo de un periodista oficial?

Mi primer salario fue de 212 pesos. Pero lo peor es pasarte el día entero en una oficina, hacer una guardia que puede extenderse hasta las dos de la mañana, cubriendo un atentado en Siria o un terremoto en México. Un trabajo bastante estéril. Me sentía como si fuera un medio básico. Ahora el Estado destina recursos a la prensa oficial, sobre todo para las coberturas nacionales. Así y todo, es un periodismo muy mal pagado. Y tiene territorios de silencio que no cubre y que los a cubanos de a pie les interesa conocer. Por ejemplo, en la redacción solo una computadora tenía acceso a You Tube. Había hasta un código de ética para el uso de las redes sociales. La conexión a internet no era mala, pero su uso estaba controlado. Y cuando escribías un texto, regresaba marcado por un plumón amarillo, no por faltas ortográficas, sino por criterios ideológicos, políticos o de censura. Y esas palabras o ese párrafo debías eliminarlo.

¿Cuándo comenzaste a publicar en OnCuba y otros medios independientes?

En noviembre de 2016. Primero fueron temas culturales. Luego hice entrevistas y crónicas. En El Toque comencé a publicar también en 2016. En El Estornudo y Tremenda Nota en 2019. Por supuesto, cuando mis colaboraciones con medios alternativos se hicieron frecuentes me cerraron el contrato en Granma.

¿Trabajas cualquier género periodístico?

Sí. En El Toque son textos más narrativos de mil quinientas o dos mil palabras. Pero uno lo fuerza un poco y he publicado textos de tres mil palabras, que más bien son un reportaje, aunque para mí no es lo ideal. Me gusta hacer reportajes de largo aliento, con cuatro o cinco mil palabras. A veces más.

¿Y el columnismo político de opinión no te gusta?

Lo respeto mucho. Creo que se necesita más conocimientos, relaciones y experiencia. Me gusta más el ensayo. Creo que tengo cierta vocación para el ensayo. Me parece que todavía no estoy lista para hacer columnas políticas.

¿No lo haces por los riesgos o por el rigor?

No, simplemente por el rigor.

A esta nueva hornada de periodistas libres le gusta coquetear con el verso y la narrativa. A veces me parece que el periodismo es un buen pretexto, un escalón para llegar a la literatura ¿Cómo te ves dentro de diez años? ¿Ejerciendo periodismo, haciendo poesía o escribiendo ficción?

Me veo haciendo las tres cosas. Pero no me alejaría nunca del periodismo. Y no lo veo como un escalón. A fin de cuentas, el periodismo narrativo, que tiene una vertiente muy fuerte en el nuevo periodismo norteamericano y latinoamericano, tuvo exponentes, como Tom Wolf y Truman Capote que sí vieron el periodismo como un peldaño para dar el salto a la novela. Pero quizás no pueda llegar a ser tan buena narradora, como lo que podría lograr en el periodismo narrativo. ¿Por qué razón? Porque en el periodismo se trabaja en base a los hechos y la novela en la ficción. Pero la posibilidad que te da la realidad, sobre todo la realidad cubana, es mucha más amplia que lo que te pudiera dar lo imaginativo. Al menos así lo veo. Para mí, hacer poesía y coquetear con la narrativa es más bien un complemento.

Entonces en el futuro te ves haciendo periodismo... ¿y viviendo en Cuba?

No sé, tengo muchísimas dudas al respecto. Ahora mismo no creo que me marche de mi país. Pero lo dejo abierto, pues cada vez se hace más difícil el ejercicio periodístico en Cuba. Hemos logrado algunas cosas, y nos hemos dado cuenta que trabajando junto tenemos más fuerza, más respaldo, ya son unos cuantos medios independientes, con el apoyo entre nosotros creo que podemos existir.

¿Has sufrido acoso por parte de la Seguridad del Estado u otras instituciones oficiales?

Por ahora la Seguridad no me ha molestado. Problemas con las instituciones sí he tenido, cuando trabajaba en Granma, después de la publicación en OnCuba de la entrevista de Pineda Barnet, pero como era recién graduada, me dieron una oportunidad. Salí de Granma el año pasado y comencé a trabajar en la Oficina Santiago Álvarez del ICAIC. Pero tras ganar un concurso de la Unión Europea cuyo premio era una viaje a Bruselas, comenzaron los conflictos. La gota que colmó el vaso fue cuando publiqué en El Estornudo un reportaje sobre la tumba de Fulgencio Batista en Madrid. Cuando aún no se había publicado decidí subir una primicia en Facebook. Entonces me llama la jefa y me dijo cosas muy ofensivas. Y me cerró el contrato.

Después de una hora y media de entrevista, acompaño a Darcy a coger un taxi colectivo rumbo a su casa en La Güinera. Por el camino me cuenta que le encantan las canciones del trovador Carlos Varela y el reguetón de El Micha. No realiza tareas hogareñas, “a no ser manosear un poco los recuerdos, organizar el cuarto y decorarlo en mis mejores días”. También me dice que de lunes a viernes tiene que caminar siete cuadras para “fajarse con una guagua, un rutero o un taxi. Si estoy de ánimo intento coger una botella (auto stop)”.

Su barrio, afirma, es una locura. “Vivo en la esquina de una cuadra que ha visto desfilar machetes arriba y abajo, al doblar se ha matado y el mercadeo informal es constante. Escasa instrucción, pocas cosas con las cuales distraerse y muchas para perder un rumbo si no se tiene definido lo que se quiere”.

Por suerte, Darcy Borrero lo tiene claro. Escribe, luego existe.

Texto y foto: Iván García

Curriculum de Darcy Borrero Batista (Santiago de Cuba 1993). Periodista, narradora y poeta. Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana en 2016 y egresada del Taller de Técnicas Narrativas impartido en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Diplomada en Mediación Lingüística y Cultural en la Comunicación Pública por La Sapienza Universitá de Roma y la Universidad de La Habana. Es autora de los libros Eduardo Heras: los pasos, el fuego, la vida (Letras Cubanas, 2018) y Mestiza (Jugando a escribir po-e-sí-a), CAAW Ediciones, 2017). Ha recibido el premio de poesía “Un poema en alta voz”, que otorgan la revista St. Petersburg y el Festival Internacional de Poesía de La Habana. Mención en los Premios Nacionales de Poesía Calendario 2018 y David 2017. Premio en la categoría de Reportajes de la Editorial Hypermedia 2018. Ganadora del Concurso de Ensayo Periodístico “Cuba-Unión Europea, 30 años de relaciones diplomáticas”, 2019. Ponente en la I y II Conferencia Internacional de la Asociación Colombiana de Estudios del Caribe en 2015 y 2016. Textos suyos han sido publicados en revistas y antologías de su país y del extranjero. Forma parte de la antología de poemas Impertinencia de las dípteras (Ediciones Exodus del Instituto Cubano de Ciencias Culturales de la Diáspora, 2019) y la de cuentos Ariete (Ediciones Samarcanda, 2018), reconocida con el Latino Book Award de Estados Unidos. Colabora habitualmente con revistas cubanas independientes como Tremenda Nota y El Toque. Ha publicado también en El Estornudo y The HuffPost México. Recientemente, realizó un viaje de estudios a las instituciones de la Unión Europea en Bruselas. Trabajó en la organización de la Bienal de Poesía de La Habana y del Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam.


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