lunes, 2 de mayo de 2022

Cuba, tan cerca de Rusia, tan lejos de Ucrania



Las guerras no son buenas. Ni siquiera aquellas que se libran para obtener la independencia porque, aunque necesarias, siempre tienen un alto costo humano y material. No por casualidad José Martí habló de hacer una guerra breve y necesaria, algo que los compañeros de la llamada Generación del Centenario se esmeraron en sepultar a sangre y fuego enviando soldados y guerrilleros a los cuatro puntos cardinales.

Hace solo unos meses era impensable la actual contienda en Ucrania. Impensable y al mismo tiempo factible. Después de engullir Crimea y cruzar la línea roja en Siria, de los rusos nostálgicos imperiales cualquier acción revanchista podía esperarse. Occidente es responsable, por omisión, de semejante dislate: los enemigos de la libertad no cambian; el dialogo y la amistad lo perciben como debilidades y atacan sin misericordia. Eso sucede en las mejores escuelas; la relación trajinado-trajín.

Es muy imprudente la posición del régimen cubano, y no porque sea novedosa. Todos sabíamos que su alineación con el sátrapa Putin era de esperar. El régimen tiene un patrón de conducta internacional bien predictible: antinorteamericano primero que todo, aunque para ello deba aparecer en la foto con los mejores dictadores de la Humanidad. En el caso de Rusia, heredera del totalitarismo soviético y tras una breve pausa, la reconciliación con la nación de los zares era cuestión de tiempo. Los odios los crían, la guerra los junta.

Cuba ha puesto, una vez más, toda su carne en el asador ruso —es un decir, por supuesto. Y eso puede tener consecuencias, según todos los analistas. Ya la prensa-propaganda insular ha tomado la habitual iniciativa de trastocar el lenguaje para confundir, incluso mentir: la rusa no es una invasión sino una operación militar especial. Cuando se leen los titulares de los libelos cubanos una descarga de ira recorre el alma del menos informado: son los ucranianos los culpables, genocidas y nazi fascistas; los ucranianos se auto bombardean matando a civiles, los rusos son los liberadores y los ucranianos están preparando ataques químicos…

Una vez más el régimen cubano adopta la menos inteligente y pragmática de las alineaciones. Ucrania, con sus luces y sus sombras, es la libertad y la democracia. Rusia es casi toda sombra: el poder omnímodo, criminal, fascista. Alguien con sentido común se preguntaría por qué no seguir la línea china, que a pesar de no ser éticamente buena, al menos evita tomar partido en lo que es un triste recordatorio de la arremetida nazi alemana contra la población civil de esa zona en Europa. China tiene mucho que ganar y poco que perder si mantiene cierta hipócrita neutralidad. Su competidor en Eurasia terminará arruinado y odiado por cuanto empresario sobreviva a tal locura.

Es muy posible que en la Isla muchos sigan creyendo que Rusia es la Unión Soviética, con ese poderío militar y económico que feneció hace veinte años. La propaganda del régimen cubano necesita que los desinformados habitantes de la Isla crean que todavía tienen en Rusia un protector, un mecenas, alguien que como en época pasada va a defenderlos del imperialismo yanqui. Tal parece ser el metamensaje de los medios al servicio del Partido Comunista; justificar la invasión y alabar el supuesto poderío ruso.

Pero quienes vivimos fuera del muro de bagazo —es también un decir porque apenas de caña de azúcar vive el país—, podemos cotejar la información; sabemos que la guerra en Ucrania es todo lo contrario. Los ucranianos no quieren ni temen a los rusos. El poder destructivo del totalitarismo soviético, excepto por las armas nucleares, no es el del nuevo zar Putin. La economía del neo imperio zarista es tan grande como la de Italia o España.

Putin ha perdido la guerra y lo sabe. No importa que ocupe las ciudades. Izan la bandera rusa y en la noche, como dijo Zelenski, la bajan y pisotean. No dan respiro a los invasores. De cualquier casa o furnia sale un coctel molotov. Aquellas imágenes de la Segunda Guerra Mundial de las abuelas rusas enfrentándose a la soldadesca alemana hoy se repiten con las ucranianas. Sin embargo, lo peor para Putin está por venir: el mundo desarrollado y democrático no lo perdonará nunca. El tan ansiado final del imperio ruso-soviético Putin se lo ha puesto en bandeja de plata a Occidente. Ha logrado, este hombrecillo impresentable, frío y taimado, que el odio y el resentimiento hacia toda Rusia, que existía ya en Europa, dure ahora por cien años más.

Todo parece indicar que esas realidades vistas en el horizonte no afectan a los mandamases cubanos. Ellos se creen en las mismas mentiras que fabrican para la población amancebada. Las consecuencias para el régimen cubano podrían ser desastrosas La realidad es porfiada: no habrá turismo ruso, ni dinero para hacer inversiones en la Isla. El cerco económico a la nación invasora irá estrangulando al régimen cubano por carambola. Los ámbitos donde Cuba reclame algún derecho o posición política podrían estar sesgados por el apoyo tácito a un criminal de guerra.

Cuba podría ser arrastrada en este peligroso juego geopolítico donde, con toda seguridad, Rusia dejará de tener un peso económico y moral en la comunidad internacional. ¿Con qué cara Cuba pedirá a la Unión Europea un diálogo sobre derechos humanos siendo cómplice de la carnicería en Ucrania? ¿Cómo negociar con los bancos y las compañías que ahora ven al régimen de la Isla como encubridor, aliado del matarife ruso?

Dos síntomas alertan de la gravedad de la situación que para Cuba ha de venir. El corredor humanitario abierto hacia Estados Unidos vía Nicaragua; y el aumento de la represión hacia aquellos que no han podido escapar, con condenas criminales a los protestantes del 11J. El Covid-19 no fue la última ni la más importante de las desgracias para el Canelato. La invasión de Ucrania ha puesto a cada cual en su sitio. No hay equivocación posible entre los que aman y construyen y los que odian y destruyen.

Francisco Almagro
Cubaencuentro, 29 de marzo de 2022.
Foto: Banderas de Cuba y Rusia. Tomada de la web del Palacio del Segundo Cabo.

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