El castrismo hoy no es marxista, es gramscista, una corriente político-ideológica en pos de un mismo objetivo antidemocrático, pero por vías diferentes. El régimen cubano es un protagonista destacado de ese movimiento geopolítico y social global que en Occidente se mueve contra Occidente, y en particular contra Estados Unidos.
No importa si la cúpula castrista y buena parte de la izquierda radical se niega a aceptar que el marxismo murió y está sepultado en las murallas del Kremlin, y que no sepan que ahora son seguidores de Antonio Gramsci (1891-1937), el más destacado teórico comunista para implantar el socialismo sin revolución ni violencia alguna.
Además, en el caso de Estados Unidos, para socavar la democracia liberal, esa corriente se beneficia indirectamente de millonarias donaciones desde el Medio Oriente. Qatar regaló 4.700 millones de dólares a decenas de instituciones académicas de Estados Unidos entre 2001 y 2021, según el Institute for the Study of Global Antisemitism and Policy (ISGAP) en 2022.
A cambio de esas donaciones "altruistas" en las universidades de Estados Unidos crece académicamente "una erosión de los valores democráticos" y una "retórica antisemita o antiisraelí", afirma textualmente el estudio del ISGAP. Eso favorece al gramscismo y a la subversiva inteligencia castrista en Estados Unidos.
¿Qué es exactamente el gramscismo? Gramsci, fundador del Partido Comunista de Italia (el más fuerte de Europa Occidental), fue un intelectual y dirigente político más astuto que Marx y Lenin juntos. Para Gramsci no era necesaria una revolución violenta, como postulaba Marx, e hizo Lenin, para implantar el socialismo, sino socavar la "hegemonía cultural" burguesa hasta acabar con ella y sustituirla. Por eso se distanció de Marx, Lenin, y de Stalin, que al morir Gramsci en 1937 (de hemorragia cerebral) estaba ejecutando o matando de hambre a millones de soviéticos.
El líder comunista italiano consideraba que el sector dominante de la sociedad puede ejercer su poder porque impone su filosofía, sus costumbres, el sentido común, que facilitan la identificación inconsciente del pueblo con la clase dominante. A partir de esa conclusión, Gramsci elaboró su estrategia para desplazar incruentamente del poder a la "burguesía", y que consta de tres pilares: 1) dominar los medios de comunicación y culturales; 2) dominar la enseñanza sobre todo en las universidades; y 3) acabar con la influencia religiosa en la población.
Ah, como habrán advertido, el gramscismo lo mismo puede servir para implantar un régimen comunista, que fascista o teocrático. Marx sostenía que los comunistas solo pueden llegar al poder "derrocando por la violencia todo el orden social existente", como proclama el Manifiesto comunista (1848). Y en El Capital luego sentenció: "La violencia es la partera de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva".
Según Gramsci eso fue un grave error de Marx, pues para llevar las clases dominadas al poder político solo hay que usar las mismas armas de la burguesía, pero al revés, penetrando las bases de la hegemonía capitalista hasta controlarla por completo. En el caso de Cuba, se da la paradoja de que el castrismo es hoy protagonista del empuje gramscista continental, luego de estar atacando furiosamente a Gramsci durante varias décadas.
También los Castro arremetieron indignados contra el "eurocomunismo", un movimiento político-ideológico lanzado por el Partido Comunista italiano en los años 70 que rechazaba el modelo comunista soviético y propugnaba una mayor proximidad hacia la clase media burguesa y la aceptación del modelo parlamentario pluripartidista, al que Marx llamaba "parlamentarismo idiota" y Fidel Castro "pluriporquería".
A aquel movimiento europeo "revisionista" (según el léxico soviético) se unieron los partidos comunistas de Francia y de España, que llegaron a declarar que luchaban a la vez contra la OTAN y contra el Pacto de Varsovia. Lo cierto es que hoy la dictadura castrista ya no dedica a su ejército de agentes de inteligencia, cubanos, y extranjeros pagados o voluntarios, a "crear dos, tres, muchos Vietnam" e incendiarlo todo, sino a minar el poder burgués desde dentro y acabar con su "hegemonía cultural".
Se infiltran en partidos políticos, gobiernos, sindicatos, instituciones sociales y académicas, organismos internacionales, y hasta en el mismísimo Pentágono y el Departamento de Estado de Estados Unidos, como la puertorriqueña Ana Belén Rocha y el boliviano Víctor Manuel Rocha. Esta ingeniería castrista de subversión antidemocrática opera con soltura en América, y casi todo Occidente.
Muy atrás quedó la "lucha armada como única vía para lograr la liberación nacional de los pueblos y derrotar al imperialismo", y la intervención militar de Cuba en 16 países de Latinoamérica y seis de Africa y Medio Oriente. Entonces el castrismo era marxista. Eso es ya historia antigua. La "conversión" de Fidel Castro al gramscismo se produjo al desintegrarse la Unión Soviética y fallecer el "paganini" Volodia que mantenía a flote la improductiva economía cubana.
Se acabó la plata (soviética) y el Proxeneta en Jefe aceptó enseguida las reglas del juego de la "pluriporquería". Se abrazó a Hugo Chávez, o más bien a su millonaria chequera, y el fanático venezolano comenzó a mantener a Cuba. Ambos sacaron de la manga el "Socialismo del Siglo XXI", gramscista al cien por ciento, como lo son el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla.
Y hago aquí un paréntesis clave. Estoy convencido de que Fidel Castro nunca fue un marxista de verdad, por conciencia, como los antiguos militantes del Partido Socialista Popular, digamos. En su egolatría megalómana no creyó en otra ideología que no fuera la suya propia, utilitaria. Para obtener poder, fama, y vivir a costa de otros. Fue lo que hizo toda su vida. Fidel jamás creyó en nadie (ni en su madre) ni en nada que no brotase de su propio ego.
Gramsci tuvo un gran despiste cuando puso en el mismo plano a una sociedad libre y democrática con una tiranía totalitaria al concebir su tesis comunista "infalible" y establecer que el poder de las clases dominantes no se basa en la fuerza militar y represiva, sino en la "hegemonía cultural" ejercida por medio de la educación, los medios y las instituciones religiosas. Falso. Si el totalitarismo en Cuba ha durado 65 años ha sido por su monstruosa maquinaria de terror represivo. Y sin la KGB, la Stasi en Alemania Oriental, la Securitate en Rumanía, y las fuerzas represivas en los 35 países comunistas del siglo XX, el comunismo europeo no habría durado mucho tiempo. Y tampoco existiría en Asia.
En la Rusia bolchevique, para mantener el poder comunista Lenin asesinó o mató de hambre a varios millones de personas. Y Stalin a unos 20 millones. Otros millones de soviéticos sufrieron los horrores del Gulag, incluyendo tres mariscales, 13 generales de cuatro estrellas, 50 generales de tres estrellas, 154 generales de dos estrellas, y ocho almirantes. Son datos de varios historiadores y de la Enciclopedia Británica. En China se calcula que Mao Tse Tung mató o provocó la muerte de 65 millones de personas.
El "lavado de cerebro"” con la propaganda político-ideológica funcionó en Cuba para una parte de la población mientras Moscú pagaba los gastos. Se acabó el dinero y la farsa de la "revolución cubana" saltó en pedazos, llevándose por delante al marxismo-leninismo, al argentino Che Guevara y a Masantini el torero. Desapareció el supuesto pacto social comunista según el cual el Estado esclaviza al pueblo y a cambio le da escuela, salud pública, y un poco de alimentos.
Hoy en Cuba ya nadie aguanta eso de "los trabajadores en el poder", ni que "el futuro pertenece por entero al socialismo". No se tragan ya esa bazofia ni quienes en décadas anteriores sufrieron daño antropológico por la propaganda. Para resumir, la democracia, las libertades, derechos humanos y beneficios sociales y económicos logrados en Occidente en 200 años están en serio peligro. La humanidad sufrirá un retroceso multifacético si la izquierda gramscista sigue erosionando las bases del mundo moderno.
Y, finalmente, viene lo peor de todo esto. El gramscismo es cómplice de la alianza imperialista chino-ruso-iraní-norcoreana que pretende establecer un "nuevo orden mundial" de tintes medievales en pleno siglo XXI. Dicho lo anterior, la Administración Biden debe de sancionar y no hacerle más concesiones a la implacable dictadura castrista. Como muchos cubanos me pregunto: ¿por qué sin pedir nada a cambio?
Roberto Álvarez Quiñones
Texto y foto de Antonio Gramsci: Diario de Cuba, 5 de junio de 2024.
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