lunes, 18 de enero de 2021

¿Entrará algún día Cuba en la modernidad?



El régimen que bajo el comando de Fidel Castro se instaló en el poder en enero de 1959 e inamovible en el poder permanece, se niega a dialogar con los cubanos que tengan ideas distintas a las anquilosadas de quienes llevan 62 años desgobernando Cuba. No importa si son periodistas independientes, disidentes, artistas, intelectuales, científicos, juristas, defensores de los derechos humanos, protectores de los animales y del medio ambiente, religiosos o de la comunidad LGBTI, entre otros representantes de la amplia y diversa sociedad civil existente en la Isla.

Los viejos y nuevos castristas ningunean, vigilan, acosan, reprimen y están dispuestos a encarcelar a los que piensan diferente.

Las discrepancias hay que dirimirlas entre todos los cubanos, piensen como piensen, civilizadamente. Aunque es complicado hablar con un régimen que, sin aportar pruebas, acusa a una parte de sus ciudadanos de ser "herramientas de los servicios especiales de Estados Unidos". Urge parar ya con las campañas difamatorias en los medios estatales controlados por el departamento ideológico del Partido Comunista, el único permitido, y por el Departamento de Seguridad del Estado del Ministerio del Interior. No seguir incitando a la violencia entre cubanos y de seguir usando el mismo lenguaje que en sus tiempos usó Fidel Castro, llamando 'gusanos', 'escorias', 'antisociales', 'marginales', 'delincuentes', 'mercenarios' y 'agentes de la CIA', a quienes le contradijeran, tuvieran otros puntos de vista o no se plegaran a su política de ordeno y mando.

Ahora, los continuadores del fidelismo, han agregado la palabra 'terrorista'. A ninguno de los actuales artistas, intelectuales y periodistas independientes, ni los más jóvenes ni los más viejos, aspiran a recabar dinero de cubanos exiliados en Estados Unidos y otras naciones para comprar armas y con ellas asaltar un cuartel, desembarcar en las costas cubanas, sublevarse en las montañas, organizar una guerrilla, descarrilar trenes, atacar un palacio presidencial como hizo el Directorio Revolucionario 13 de Marzo. O el Movimiento 26 de Julio, que tenía células terroristas.

Sergio González, alias El Curita, fue el jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en La Habana. El 8 de noviembre de 1957, El Curita organizó una operación contra la dictadura de Fulgencio Batista denominada La Noche de las Cien Bombas. Según EcuRed, la Wikipedia criolla, "la operación consistió en la colocación de bombas y petardos en lugares estratégicos de la capital cubana que explotaron simultáneamente a las nueve de la noche. La acción se ejecutó sin que resultara herido ningún civil inocente".

En El Movimiento de Resistencia Cívica en La Habana, escrito por Jorge Alberto Serra y publicado en La Jiribilla en agosto de 2007, un párrafo dice: "El sentimiento generalizado de rechazo a Batista y a su régimen dictatorial intensificó cada vez más las actividades entre los miembros de la Resistencia en estrecho vÌnculo con el M-26-7 antes de la anunciada huelga. Se organizaron mítines de protesta en calles, tiendas y recintos religiosos; se distribuyeron volantes llamando a la huelga y a la resistencia al régimen; se reprodujeron boletines y otros documentos; se efectuó el riego de alcayatas con el objetivo de dificultar el tráfico, fundamentalmente en los días festivos en las principales avenidas; se realizaron pequeños sabotajes con fósforo vivo en cines y tiendas elegantes de la ciudad".

Los continuados y furibundos ataques hacia los artistas, intelectuales y periodistas independientes se han convertido en un bumerán.

Los desfasados gobernantes olvidan que estamos en el siglo XXI, en la era de las libertades, del desarrollo sostenible, de la modernidad. Y aunque Cuba está a la zaga en las nuevas tecnologías y son pocos los cubanos conectados a internet en sus hogares, si damos crédito a la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en 2019 en la Isla habían 6.042 600 millones de abonados a la telefonía celular (de ellos, 80 por ciento usaba con frecuencia internet de datos en 3G y LTE). Millones de cubanos residentes en las 15 provincias y el municipio especial Isla de la Juventud, pueden acceder a internet desde sus celulares, hacer fotos y videos y de inmediato informarse de lo que está pasando en su propio país, noticias que en ocasiones los medios estatales ocultan, distorsionan, no reportan o se demoran en reportarlas, algo que no sucedía 25 años atrás, cuando surgió la prensa independiente en Cuba y entonces, como ahora, con la presencia de periodistas provenientes de los principales medios cubanos.

Los papagayos al servicio de un régimen decrépito que sin sonrojarse están haciendo linchamiento verbales y gráficos -algunos, inclusive han sido compañeros de estudios de los linchados- no se dan cuenta, como sí se da cuenta la gente en la calle, que todos ellos nacieron después de 1959, fueron a círculos infantiles donde se suponía sembraban la semilla del Hombre Nuevo, a escuelas donde fueron pioneros con pañoletas azules o rojas y en los matutinos alzaban un brazo y gritaban "Seremos como el Che".

Luis Manuel Otero, la figura más visible del Movimiento San Isidro, conformado por artistas, poetas, músicos e intelectuales independientes y al cual el castrismo intenta humillar y desacreditar, nació en La Habana el 2 de diciembre de 1987, día que los revolucionarios celebraban el 31 aniversario del desembarco del yate Granma. Mulato y pobre, se destacó como atleta escolar, luego se decantó por el arte visual y fue aceptado como miembro de la Asociación Hermanos Saíz, de jóvenes creadores, y de la Asociación Cubana de Artistas y Artesanos, exponía en galerías pertenecientes al Ministerio de Cultura y era entrevistado, entre otros medios estatales, por El Caimán Barbudo, órgano cultural de la Unión de Jóvenes Comunistas. Entonces, Luis Manuel no era 'marginal', 'delincuente' ni 'terrorista'. Una de sus performances con más repercusión ocurrió hace tres años.

El periodista independiente Waldo Fernández Cuenca, el 24 de abril de 2017 lo contaba en Diario de Cuba: "Cientos de curiosos recorrieron deslumbrados los pasillos exteriores de lo que será el Hotel Manzana Kempinski, donde el empresario italiano Giorgio Gucci inauguró su boutique Giorgio G. VIP. Mientras, en las inmediaciones de lo que se perfila como uno de los espacios más lujosos de La Habana, el artista Luis Manuel Otero Alcántara preguntaba ¿Dónde está Mella? Otero se paró en las afueras del hotel como estatua viviente y con fotos de Julio Antonio Mella cubriendo su cabeza. "Había un busto de Mella en el mismo centro" de la Manzana de Gómez, "el cual fue retirado, como es habitual, sin explicación alguna", dijo. "Así ha sucedido con bustos de otras figuras cuando remodelan un lugar, y yo deseaba hacer ver la pérdida progresiva de esas estatuas". La performance duró pocos minutos. Primero la policía le dijo que no podía pararse a la entrada del hotel, luego, cuando bajo la lluvia el artista se fue a la calle, vino la Seguridad del Estado y se lo llevó junto a su pareja, la historiadora de arte Yanelys Núñez". Tuvieron suerte: no los detuvieron, los dejaron en su destartalada vivienda de la calle Damas 955 entre San Isidro y Avenida del Puerto, Habana Vieja, que en esa época albergaba el Museo de la Disidencia y posteriormente sería sede del Movimiento San Isidro.

Lo que Inés Casal Enríquez, madre de Julio Llópiz Casal, artista visual especialista en instalación, fotografía, performance, diseño y la escritura, en una misiva le dijo a Fernando Rojas, viceministro del Ministerio de Cultura, es válido para casi todos los artistas y periodistas independientes nacidos en las década de los 80 y 90, a quienes la Seguridad del Estado, con el apoyo de vocingleros oficiales, con sus burdas manipulaciones, están tratando de desmoralizar y crearles causas judiciales, para justificar detenciones, arrestos domiciliarios, posibles juicios y encarcelamientos. "Mi hijo no es terrorista. Mi hijo no busca desestabilizar al sistema y mucho menos incitar a un levantamiento popular. mi hijo no está manipulado, dirigido, pagado por ningún gobierno extranjero, por ninguna organización, por ningún medio de prensa. Mi hijo no es un delincuente, es un artista cubano que también trabaja por Cuba y para Cuba. Mi hijo dice lo que piensa en cualquier lugar y circunstancia".

Los padres de Llópiz, escribió su madre, entregaron todas sus fuerzas, todas sus energías, todo su conocimiento, todos sus sueños revolucionarios a su país. Ella confesó que fue militante del Partido Comunista durante casi 30 años, y lo fue a conciencia, porque creía en la Revolución, pero hace años se sintió traicionada en sus sueños y dejó de creer en ella. Casi todos los padres, abuelos, hermanos, tíos y parientes cercanos de esos artistas y periodistas independientes creyeron en Fidel Castro y su revolución, algunos fueron militantes, otros combatientes internacionalistas, militares del Ministerio del Interior o de las Fuerzas Armadas o médicos, como los padres del periodista y escritor Carlos Manuel Álvarez.

En vez de dedicar tantos recursos, personal y dinero en uno de los aparatos represivos más poderosos del continente americano, debieran dedicarlo a tratar de mejorarle un poco la vida a una población que en su mayoría depende de las míseras cuotas de alimentos que "papá Estado" le posibilita comprar en la bodega de su barrio por una libreta de racionamiento instaurada por Fidel Castro en marzo de 1962, hace 58 años, todo un récord Guinness. En vez de seguir fomentando el odio y la confrontación, el castrismo debería aprovechar el talento, creatividad y deseos de una generación de artistas, intelectuales y periodistas independientes que lo que desean es que Cuba prospere, su gente no tenga que hacer colas para comprar alimentos, medicinas y artículos de aseo, pueda reparar sus casas, sus hijos o nietos puedan desayunar antes de ir a la escuela y en sus mochilas llevar una buena merienda. Que los obreros, campesinos, ingenieros y otros profesionales puedan aportar ideas e innovaciones para que sus respectivos lugares de trabajo sean rentables y competitivos, y que La Habana, la capital del país, no siga cayéndose a pedazos y familias enteras se queden sin vivienda. Pero sobre todo, que nadie más muera por un derrumbe, como ocurrió el 27 de enero de 2020, cuando María Karla Fuentes, Lisnavy Valdés y Rocío García, de 11 y 12 años, alumnas de sexto grado, fallecieron por la caída de un balcón en la barriada habanera de Jesús María.

Hasta el famoso cantautor Silvio Rodríguez, nada sospechoso de ser 'contrarrevolucionario', dijo en su blog que daba la impresión de que las autoridades cubanas "se agarraron de lo que fuera para suspender el diálogo, quitárselo de arriba", a propósito de que el anodino ministro de Cultura declarara roto el acuerdo de diálogo al que se había llegado el 27 de noviembre, entre las autoridades y los más de 300 artistas e intelectuales que pacíficamente se manifestaron en las afueras del Ministerio de Cultura, durante más de 14 horas para exigir ser escuchados. Un gobierno se debe a sus gobernados, no viceversa. Los gobernantes tienen la obligación de sentarse a dialogar con los que piensan igual o parecido y también con los que piensan distinto. Esos cubanos calumniados en medios estatales, sin derecho a réplica, son tan o mejores cubanos que quienes diseñan y dirigen campañas difamatorias a las cuales prestan sus rostros y nombres, periodistas-portavoces de los gobernantes, no de los ciudadanos.

Con esa posición de fuerza, el régimen castrista está propiciando la violencia, el caos y abriéndole la puerta a un estallido social. Con su empecinada actitud, mandamases y represores evidencian lo alejados de la realidad que están. Tal vez saben de la realidad por las encuestas que hacen el Partido Comunista y el Ministerio del Interior, pero prefieren taparse ojos y oídos y dedicarse a batallas y campañas, lo que le permite desviar la atención de los asuntos prioritarios e incluso justificar el incumplimiento de planes que aliviarían un poco la agobiada existencia de una población que desde que se levanta hasta que se acuesta es pensando qué va a comer al día siguiente. Los dirigentes cubanos jamás se codean con la gente, no caminan por las aceras y calles destruidas, no entran a solares y cuarterías, no saben cómo viven en las miles de chabolas y favelas que se localizan desde oriente hasta occidente. Y aunque todos ellos tienen internet en sus residencias, ni siquiera entran a You Tube y ven la cruda realidad que youtubers de la isla muestran en sus vlogs. Tampoco ven los videos hechos por Palenque Visión o la Televisión Serrana en el olvidado Oriente cubano.

Se creen o imaginan que todavía están en 1959, cuando los cubanos masivamente salieron a las calles a respaldar a aquel barbudo que prometía democracia y libertad de prensa y ya en mayo de 1960 cerró periódicos, revistas y hasta un semanario humorístico. No se percatan, o no quieren percatarse, que cada vez es más alto el porcentaje de cubanos que dejó de creer en la revolución y el socialismo de Fidel Castro y los dirigentes históricos, hoy ancianos que rondan los 90 años. No se percatan, o no quieren percatarse, que los cubanos están hartos de 62 años de discursos, promesas y mentiras, de movilizaciones obligadas para asistir a marchas combatientes, tánganas y mítines de repudio contra vecinos, amigos o familiares, cuyo único 'delito' es no tener las mismas opiniones, pensar con su cabeza, no con la de otros.

Tanto los cubanos de a pie, esos que ya ni café pueden tomar por la mañana, como los que reciben divisas y viven un poco mejor, aman a su patria y no quisieran tener que dejarla por no tener futuro para ellos ni para sus hijos, o por estar continuamente ninguneados, acosados y reprimidos. Quisieran vivir y morir en Cuba, pero sin tener que hacer largas colas para conseguir un trozo de carne de cerdo, arroz, viandas y frijoles, cada vez más escasos y caros. También quisieran comer caliente dos veces al día, tener desodorante, champú, jabón, pasta dental, papel sanitario... No vivir con la zozobra de que un huracán o un aguacero le va a tumbar el techo de su cuarto, asistir a consultas médicas en policlínicos y hospitales limpios y bien equipados, en las farmacias adquirir las medicinas recetadas, montar pequeños negocios con garantías legales y pasar unos días de vacaciones.

Y, por supuesto, cómo no, vivir "en un país libre, cual solamente puede ser libre en esta tierra y en este instante", estrofa de la Pequeña serenata diurna estrenada en 1975 por Silvio Rodríguez, nada sospechoso de ser 'contrarrevolucionario'. Vivir con libertad, democracia, diálogo, tolerancia y respeto a quienes tengan ideas y opiniones diferentes, lo anhelan todos los cubanos, incluidos los periodistas independientes y los artistas del Movimiento San Isidro, así descritos por Carlos Manuel Álvarez en Los artistas del hambre: relatos del desalojo de una protesta en Cuba, publicado el 30 de noviembre en El País: "Son negros, pobres, desplazados, viven en casas precarias rodeadas de hoteles lujosos para turistas de pantorrillas blancas. Son todo lo que la Revolución prometió reivindicar y terminó persiguiendo, cazándolos para ocultarlos. Lo que ellos ponen sobre la mesa, y de ahí la furia con la que buscan borrarlos, no es solo la pelea por la liberación del rapero Denis Solís, sino que abren el abanico de posibilidades para la forma de una república nacional negra, de una nueva cultura largamente pospuesta, lo que articula al movimiento con las narrativas globales de hoy. Solo entonces, a través de ese resquicio beligerante, Cuba estaría entrando en la modernidad".

Tania Quintero

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