Por estos días, la inexistencia de prensa libre en Cuba es notoriamente repugnante. La maquinaria mediática propiedad del Estado, costeada por el pueblo, desprestigia al Movimiento San Isidro sin que los cubanos tengan otra opción -equivalente en cantidad y alcance- para recibir una versión alternativa a la del Gobierno. El monopolio de la información se mantiene -como casi todo- mediante la violencia institucionalizada del Estado y se basa teóricamente en algunas falacias construidas por Fidel Castro sobre lo que es el periodismo en un entorno capitalista.
Fidel Castro sostenía: "Se habla de libertad de expresión, pero en realidad lo que se defiende fundamentalmente es el derecho de propiedad privada de los medios".
La libertad de prensa deriva de la libertad de expresión, se entiende como la libertad de difundir opiniones e información usando medios de comunicación sin control o censura estatal. La posibilidad de crear o adquirir un medio de comunicación, es decir, crear o adquirir una empresa de manera individual o por asociación con otras personas es condición imprescindible para que haya libertad de prensa. Sin libertad para crear el medio, no hay libertad para alcanzar el fin. La libertad de empresa garantiza la libertad de prensa; sin empresa libre no hay prensa libre.
Fidel Castro sostenía: "En esos medios 'libres', ¿quién habla? ¿De qué se habla? ¿Quién escribe? Se habla lo que quieren los dueños".
Aquí la falacia está en equiparar dueño a rico. La cantidad de dinero que se invierta condiciona el tamaño del medio, pero no su existencia. El mundo está lleno de pequeños y grandes medios comunitarios, personales, de asociaciones, de iglesias, todos privados y sin control o censura estatal. El dinero influye en el alcance del medio facilitando el uso de más y mejores materiales y herramientas para llegar a más gente o crear contenidos más atractivos, pero no tiene relación con la libertad misma para crear el medio, la libertad es para todos. Es necesario entender que libertad de, no significa posibilidad de. La libertad de conducir no significa posibilidad de conducir un Lamborghini, pero no poder conducir un Lamborghini no implica que no exista libertad de conducir; como mismo no poder comprar la CNN no significa no tener libertad de expresión.
Fidel Castro sostuvo: "Periodismo no quiere decir empresa (…) empresa quiere decir negocio y periodismo quiere decir esfuerzo intelectual".
Insidiosa y falsa dicotomía, pues ningún trabajador tiene libertad de opinión en su puesto laboral, opinará solo hasta donde las normas de la empresa que lo contrata le permitan, y eso está bien siempre que el contrato sea un acuerdo voluntario entre partes. Un trabajador de la planta de pintura de una fábrica de autos, aunque desee pintar los autos de color verde porque en su opinión son más atractivos así, tendrá que pintarlos de rojo si es lo que manda el propietario. En caso contrario, puede dedicarse a pintar autos por su cuenta, pero no usando la pintura, las herramientas y el tiempo que no es suyo.
Los periodistas son profesionales contratados para comunicar lo que quiera decir el propietario del medio, que es quien está ejerciendo su libertad de expresión y para ello paga al periodista por sus servicios. Si un periodista quiere expresar su opinión propia, siempre que exista libertad de empresa y opinión podrá irse a otro medio más afín a sus ideas o crear un medio propio. Un periodista no puede utilizar los materiales y el tiempo que no son propios para comunicar sus opiniones personales, cuando voluntariamente y a cambio de una paga se comprometió a comunicar las opiniones del propietario del medio.
Fidel Castro sostuvo: "La verdad en nuestros tiempos navega por mares tempestuosos, donde los medios de divulgación masiva están en manos de los que amenazan la supervivencia humana".
Decir esto en tono acusador es doloso, implica que existe la posibilidad de "no estar parcializado", cuando estar parcializado es precisamente lo que define tener opinión. Toda opinión es siempre interpretación parcial de una realidad sesgada por intereses personales, por reglas heurísticas inherentes al pensamiento y por las limitaciones del conocimiento que posee cada cual. Los medios no solo están parcializados, es que no pueden dejar de estarlo.
Distinto es si se esfuerzan por manipular la realidad, algo que, de hacerse, encuentra límites en los derechos individuales a la protección contra la difamación. Un medio no puede mentir impúdicamente sobre alguien —excepto en Cuba—, y si manipula descaradamente los hechos de los que informa, lo pagará o no según lo que a su audiencia le interese la credibilidad como valor.
Mientras haya libertad de empresa y de expresión, habrá alternativas para que cada cual elija donde informarse según su propia parcialidad e interés. En un clásico evento de proyección freudiana, Fidel Castro atribuyó sus propios pecados a sus oponentes: el Gobierno cubano impidiendo la libertad de empresa impide la libertad de expresión y prensa, mientras que con dinero ajeno —el del pueblo— mantiene unos medios donde se escucha solo su voz.
"Las dictaduras no quieren libertad de prensa, por algo nos tuvieron censurados y amordazados… cuando un derecho se lo pueden arrebatar al pueblo de un día para otro, no es un derecho." No es el Movimiento San Isidro quien así habla, sino Fidel Castro el 4 de enero de 1959; pero en 2006, tras 47 años de reinado absolutista, no dejó dudas de su poder: "Nuestra prensa es revolucionaria, nuestros periodistas, en la radio, en la televisión, son revolucionarios. Nosotros tenemos muchos periódicos… hay decenas de periódicos, y todos son revolucionarios".
Nuestra prensa… nuestros periodistas… nosotros tenemos… Solo le faltó decir, y habría sido mucho más apegado a la realidad: mi prensa, mis periodistas, yo tengo. En esta triste Cuba, la libertad de prensa se tornó en libertad de ser castrista. Los que no lo sean serán gusanos, terroristas, apátridas, mercenarios y todos los agravios que a los periodistas de Fidel se les pueda ocurrir en su único rol: defender la revolución a toda costa, ser esbirros.
Rafaela Cruz
Diario de Cuba, 4 de diciembre de 2020.
Foto: Fidel Castro en el periódico Granma. Tomada de Diario de Cuba.
Sobre la foto.- Por esto que Juan Marrero escribió, esa foto me parece fue hecha el 4 de octubre de 1965. Sentado, a la izquierda de Fidel Castro, Isidoro Malmierca, recién nombrado director de Granma, a la derecha, Blas Roca, ex director del diario Hoy, a su lado, Osvaldo Dorticós y Faure Chomón. Detrás de Faure, Jorge 'Papito' Serguera y a su derecha Carlos Rafael Rodríguez. La mulata de pie, detrás de Carlos, es Justina Álvarez, secretaria (y querida) de Blas Roca (mi tía Dulce Antúnez, esposa de Blas, no la podía ver, siempre sospechó de Justina, una manzanillera que había sido mujer de Aníbal Escalante. Después de 50 años de matrimonio, Blas se divorció de mi tía y se casó con Justina. A la derecha de Malmierca, con una mano en la cara, Ramiro Valdés. El mulato calvo a la izquierda, recostado a la pared, con traje, cuello, corbata y gafas oscuras es el periodista Gabriel Molina (Tania Quintero).
Leer también: Fidel Castro acabó con la prensa libre, Cómo terminó la libertad de expresión en Cuba, La hora de la unanimidad, La prensa extranjera en Cuba también es "enemiga", Rescatar la crítica del Noticiero ICAIC, Gay Talese en La Habana, Cuando el mundo parece una gran conspiración y Digitalizada la revista Bohemia.
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