En el texto sobre los 25 años del derribo de las dos avionetas de Hermanos al Rescate, el 24 de febrero de 1996, escrito por el periodista independiente Iván García, publicado primero en Diario Las Américas (Raúl Castro dio la orden del derribo de las avionetas: antecedentes de un crimen de Estado (diariolasamericas.com) y posteriormente reproducido en el blog Desde La Habana (Cuba: 25 años de un crimen de Estado - Desde La Habana), sale este testimonio mío:
"Tres o cuatro días antes del 24 de febrero de 1996, Begoña Rodríguez, miembro de un partido político español, llegó a La Habana para participar en el evento que organizaría Concilio Cubano. El viernes 23 de febrero, oficiales de la Seguridad del Estado detuvieron a Begoña en el domicilio donde se hospedaba en La Puntilla, Miramar. Tania Quintero, mi madre y periodista independiente de Cuba Press, recuerda que, al día siguiente, sábado 24, "pasé a recoger a Begoña para ir con ella al Parque Almendares, pues por el gran número de asistentes de todo el país, habían decidido celebrar allí el encuentro de Concilio Cubano. Por la señora que le había alquilado supe que se encontraba detenida en un centro de internamiento para extranjeros que entonces tenía Inmigración en la Calle 20 o 22, no me acuerdo bien, en Miramar, no muy lejos de La Puntilla.
Cuando regresó a su casa, Tania se enteró de que le habían cortado el servicio de teléfono a la mayoría de los disidentes y periodistas independientes. "Desde el apartamento de una vecina llamé a la embajada de España y al funcionario que estaba de guardia le dije que necesitaba hablar con el consejero político, para informarle de la detención de una ciudadana española. Me respondió que el consejero estaba fuera de la ciudad, que le dejara un número de teléfono para que él se comunicara conmigo. A los diez minutos me llamó el consejero, le conté sobre la detención de Begoña Rodríguez, me contestó que él se estaba preparando para regresar de inmediato a La Habana, no solo para ocuparse del caso de Begoña, sino porque aviones de la fuerza aérea cubana habían derribado dos avionetas de Hermanos al Rescate, la situación era complicada y no se sabía qué podía pasar".
En el texto de Iván, en dos párrafos resumí mis vivencias de aquellos días de febrero de 1996. Ahora, las amplío con más detalles y aclaraciones.
Atendí a la española Begoña Rodríguez, de origen vasco, porque desde Madrid me lo pidió Lissette Bustamente García, ex amiga y ex colega en los Servicios Informativos de la Televisión Cubana entre 1982 y 1992, año en que por segundo vez había viajado a España y decidió pedir asilo. Lissette trabajaba en ABC. Begoña se hospedó en el apartamento de Carmen García, la madre de Lissette, en uno de los edificios iguales situados en Calle A No. 310. Apto. 2, entre 3ra. y Túnel, La Puntilla, Miramar. De joven, Carmen había sido una mujer atractiva y antes de 1959 se había casado con un médico adinerado, psiquiatra de profesión, y siempre vivió muy bien, si mal no recuerdo por El Laguito. Poco después de la llegada de los barbudos se divorció y se fue a vivir con su única hija a uno de los excelentes edificios, con grandes ventanales, que había en esa zona de Miramar donde se unen el mar y el río Almendares, conocida como La Puntilla y que quedaba al lado de uno de los mejores clubes construidos en La Habana de los 50, el Johnny's Dream, hoy Rio Club.
El viernes 23 de febrero, a Begoña la llevé al tercer piso de un edificio de apartamentos situado en Peñalver entre Francos y Oquendo, Centro Habana. Allí, en ese domicilio, el 23 de septiembre de 1995, el poeta y periodista Raúl Rivero, había fundado Cuba Press en septiembre de 1995. Su esposa, Blanca Reyes, en abril de 2003 sería una de las fundadoras de las Damas de Blanco. De casa de Raúl y Blanca fuimos a pie hasta el hotel Habana Libre, en L entre 23 y 25, Vedado. Entramos y nos sentamos en una de las mesas que entonces había en el centro de la planta baja y servían café, refresco, jugo o un trago. Begoña pidió un mojito y yo un refresco de cola. Empezamos a hablar y de pronto, Begoña me preguntó si conocía a Aida Valdés Santana, le dije que no personalmente, pero que de ella se decía que era chivata. La española ya se había dado cuenta de que podía ser chivata, porque cuando el día anterior se encontró con Aida en un bar de la Habana Vieja y estuvieron tomando unas 'margaritas', se percató que la Santana la estaba interrogando (no se lo dije, pero pensé que lo más probable era que también hubiera grabado la conversación).
Del Habana Libre fuimos caminando hasta el agromercado de 19 y B, Vedado, el más surtido que había en La Habana. Como Begoña quería llamar a su marido en España (en 1996 en Cuba no había internet ni celulares) y para no virar para el Habana Libre, le sugerí ir al hotel Riviera, en Paseo y Malecón, no demasiado lejos del agromercado. Después de hablar y pagar en efectivo la llamada internacional, el tramo final de la caminata la hicimos por el Malecón. Serían cerca de las 6 de la tarde cuando llegamos al apartamento de Carmen. Mi plan era dejar a Begoña e irme enseguida para mi casa en La Víbora. Pero Carmen, la madre de Lissette, insistió para que yo esperara el café que iba a colar.
Begoña prefirió tomar un poco de vino de una botella que había traído de España. Serían alrededor de las 7, empezaba a oscurecer. Como siempre que salía de casa de Lissette, fuera de día o de noche, atravesé el bosquecito que había en la esquina, aledaño al Johnny's Dream, y por una bajada de tierra que había, entré al Túnel de Quinta Avenida, que a ambos lados tenía pasillos peatonales. Cuando llegabas a la altura de la Calle 16 del Vedado, había que tener cuidado al cruzar: cerciorarte de que por ninguna de las dos vías viniera un vehículo. Una vez cruzado el túnel, caminabas una cuadra, de nuevo tenías tenías que tener precaución para cruzar Línea, una avenida que en esa zona casi todo el tráfico se dirigía la entrada o venía de la salida del Túnel de Línea, el tercero existente en la capital (el más grande es el Túnel de la Bahía, en la Habana Vieja). En Línea y 18, entre otras rutas de ómnibus, paraban la 37 y la 68, cualquiera de las dos me servían (la 37 terminaba en el Paradero de La Víbora y la 68 en El Calvario).
Todos los edificios en La Puntilla tenían garaje y en esa cuadra no solían haber autos en la calle, a no ser por la noche, cuando abría el club. Pero ese viernes, cuando salí rumbo a La Víbora, habían dos o tres autos parados y ninguno parecía ser de la policía política. Me equivoqué: la Seguridad estaba esperando a que yo me fuera para entrar al apartamento de Carmen y llevarse detenida a Begoña, luego de registrar todas sus pertenencias. En la mañana del sábado 24, al no poder comunicarme con Begoña por el teléfono de Carmen (202-2493, esos y otros datos los tengo en una libreta que traje de Cuba), sobre las doce del día decidí almorzar e irme a Miramar. Me dirigía a buscar la 37, que tenía su primera parada en Santa Catalina y Párraga, frente al cine Alameda, cuando en eso vi venir una 68, que paraba en Diez de Octubre casi llegando a Vista Alegre (donde está la Iglesia de los Pasionistas). La cogí y media hora después estaba tocando el timbre de la puerta de Carmen.
Al ver que no había nadie, decidí preguntarle a las dos vecinas que vivían en el apartamento de enfrente, hermanas de Harry Villegas, ex combatiente de la guerrilla del Che en Bolivia. Ellas se llevaban bien con Carmen (en los bajos de su edificio vivía el fotógrafo Alberto Korda, algunas veces le vi, pero nunca le saludé ni hablé con él) y como Carmen salía poco de la casa, cuando salía, acostumbraba a decírselo a sus vecinas más cercanas. Las hermanas Villegas me dijeron que había salido a media mañana y pensaban que no demoraría mucho. Me invitaron a esperarla en su casa, se los agradecí, pero les dije que prefería esperarla sentada en la escalera, a la entrada del edificio. Una hora después llegó Carmen, venía de haberle llevado las pertenencias a Begoña, detenida en un centro de internamiento para extranjeros que tenía Inmigración en la Calle 20 o 22, no recuerdo bien, entre 1ra. y 3ra. Le pregunté si había llamado a la embajada o el consulado de España para notificar la detención de Begoña y me dijo que no, porque le habían cortado el teléfono, algo que no tenía justificación pues hubiera llamado de casa de las Villegas o de otro vecino.
Olvidaba: en uno de los pisos superiores del edificio de Carmen vivía Néstor Baguer, uno de los agentes infiltrados en la prensa independiente y que el G-2 decidió 'quemar' en los juicios celebrados a los 75 disidentes y periodistas independientes detenidos durante la Primavera Negra de 2003. Después que Lissette se quedó en España en 1992 y aunque yo en esa época aún era periodista oficial, Baguer trató en vano de entablar amistad conmigo, pero a mí el viejo siempre me dio mala espina. Volviendo al relato. Ya había oscurecido cuando llegué a La Víbora y fue cuando supe que mi teléfono, el de Ariel Tapia, que vivía a dos cuadras, y el de otros periodistas independientes y disidentes habían sido cortados, para evitar que reportáramos la represión desatada por Concilio Cubano, evento cuya celebración impidió el Departamento de Seguridad del Estado y que en 2016 recordaba Reinaldo Escobar en 14ymedio.
Del resto del testimonio original, solo precisaré que el consejero político de la embajada de España era Alejandro Alvargonzález, diplomático con una amplia trayectoria. Actualmente, Alvargonzález es el embajador de España en Perú.
Tania Quintero
Foto: El edificio que se ve al lado del antiguo Johnny's Dream, hoy Rio Club, es de los dos iguales que había en Calle A entre 3ra. y Túnel, el de la izquierda. Carmen García, la madre de Lissette Bustamante, ya fallecida, vivía en el de la derecha. Tomada de Havana Times.
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