En el viejo estante de madera ubicado en un rincón de la sala, Eladio, 83 años, ex funcionario del Ministerio de la Agricultura, conserva libros de la era soviética cubiertos de polvo, entre ellos un ejemplar de tapa dura, sobre la Gran Guerra Patria publicado por la editorial Progreso de Moscú, las novelas Así se templo el acero, La carretera de Volokolamsk, Un hombre de verdad y Agosto del 44 y una biografía de Stalin.
“La biografía de Stalin es la oficial, no la publicada por editoriales occidentales”, aclara Eladio, mientras le pasa un paño. En la década de 1970, él estaba convencido que Moscú era una ciudad muy superior a Nueva York. La primera vez que aterrizó en el aeropuerto Sheremetyevo de Moscú, a bordo de un Ilushin-62 de Aeroflot, apenas llegó al hotel con un grupo de estudiantes de agronomía, abordaron la línea del metro que los llevaría al Mausoleo del Kremlin. Tras dos horas de cola, emocionados contemplaron el cuerpo embalsamado de Vladimir Ilich Lenin.
“Era el ritual de muchos cubanos que viajábamos a la antigua URSS. Ahora mis nietos se ríen de mí, pero en esa época los militantes del partido comunista estábamos seguros que el imperialismo yanqui tenía sus días contados. Nadie podía predecir que la URSS se derrumbaría años después como un castillo de naipes”, dice Eladio y se sienta en un sillón de hierro en el balcón de su apartamento donde se divisa el malecón habanero y el Océano Atlántico. Una hija le trae una taza de café, que oscila ligeramente debido al incipiente Parkinson que afecta a su padre.
Fue precisamente en sus últimos viajes a la Unión Soviética, cuando Eladio descubrió la inviabilidad del socialismo marxista, colosal burocratismo y creciente corrupción en la meca del comunismo mundial. “Era increíble la pésima confección de un par de zapatos o un cepillo de dientes. El diseño de cualquier cosa era horroroso. Algunos soviéticos me contaron de los crímenes de Stalin, la existencia de gulags y los fusilamientos colectivos. Era tan profundo mi adoctrinamiento entonces, que mi primera reacción fue denunciarlos al compañero de la Seguridad soviética que nos atendía”, confiesa el anciano.
Cincuenta años después, es probable, que la prensa oficial en Cuba sea más afable con Vladimir Putin y su gobierno que los propios medios rusos. Todavía en los libros de historia universal en la enseñanza secundaria y preuniversitaria en la Isla, la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se maneja con pinzas. La educación cubana es una devota albacea de la narrativa soviética. Se recuerda a Vladimir Ilich Lenin como un prócer impoluto. Y la epopeya de la Segunda Guerra Mundial con sus veinte millones de muertos (fueron 27 millones y probablemente la mitad murió por un disparo en la nuca de sus propios camaradas o en un tenebroso gulag), debiera actualizarse.
Nadia, estudiante de tercer año de preuniversitario y aficionada a la historia, cuando se le pregunta sobre aquella nación conformada por quince repúblicas europeas y asiáticas, suelta una parrafada calcada de los manuales escolares: “La URSS fue fundada en 1922 por Lenin. Y a pesar de las agresiones de naciones occidentales se consolidó como una gran potencia mundial. Fue el país con más muertos durante la Segunda Guerra Mundial, 20 millones (persiste en el error), y tuvo que luchar sola frente a la hordas fascistas”, responde con el orgullo habitual de los alumnos aplicados.
Como deseaba indagar otros aspectos históricos menos divulgados en la prensa oficial, le hice las siguientes preguntas:
¿Conoces de las brutales purgas de Stalin, que costaron millones de vidas al pueblo soviético? ¿Sabías que la aplicación de la colectivización agrícola provocó hambruna y entre 7 y 10 millones de muertos en Ucrania, llamada Holodomor? ¿Has leído acerca del pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop donde en una cláusula secreta Hitler y Stalin se repartieron las repúblicas bálticas y una zona de Europa del Este?
¿Has escuchado sobre la matanza en el bosque de Katyn por tropas élites soviéticas a militares polacos? ¿Conocías que el escritor Aleksandr Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura en 1970, al igual que otros muchos intelectuales, estuvo preso en el Gulag solo por pensar diferente?
¿No crees que la URSS fue una nación imperialista, pues ocupó parte de Europa del Este como trofeo de guerra e instauró gobiernos vasallos? ¿Has estudiado sobre la agresión soviética a Checoslovaquia en 1968 o Afganistán en 1979?
¿Alguna vez te contaron que por decisión de Fidel Castro y Nikita Kruschov, en Cuba estuvieron emplazados 42 cohetes atómicos de alcance medio que pudieron provocar una conflagración nuclear? ¿Sabías que al igual que Estados Unidos tiene una base militar en contra de la voluntad de los cubanos, Fidel Castro sin consultar al pueblo autorizó una brigada militar soviética, una flota de la marina en Cienfuegos y una base de espionaje electrónico en las afueras de La Habana?
A cada pregunta, la joven respondió: “No, no lo sé. No lo he leído. O eso no lo hemos dado en la escuela”. Es lógico que así sea. En la enseñanza secundaria y preuniversitaria en Cuba, la historia de la URSS y de la Rusia actual se manipula al antojo de las autoridades. Al respecto, un productor de la televisión asegura que “la censura es muy fuerte con el tema ruso. Cuando la invasión de Crimea la orientación fue decir que los rusos que vivían allí se rebelaron y pidieron anexionarse a Moscú mediante un plebiscito democrático. No se dice que Rusia es igual de capitalista que Alemania, pero gobernada por Putin de manera autoritaria”.
En el sector militar, sobre todo dentro del generalato criollo, todavía se mantiene la metodología soviética y sus estrategias de combate, además de las añejas armas rusas. “Creo que el Ministerio de las Fuerzas Armadas es la institución más soviética que existe en Cuba. Imagínate, cuando ya los rusos en su país no celebraban la Revolución de Octubre , todos los años en el teatro de la Sala Universal de las FAR se festejaba. En el peor momento de las relaciones con Rusia, siempre se mantuvieron buenas relaciones con sus militares”, comenta un antiguo oficial.
En pleno apogeo de la Guerra Fría, Cuba contaba con el ejército más poderoso de América Latina después de Brasil. Las fuerzas armadas cubanas contaban con 225.000 hombres, más de 200 aviones cazas MIG, casi dos mil tanques de guerra y submarinos Foxtrot. Sin contar dos mil asesores militares soviéticos y una brigada de fuerza terrestre localizada en las afuera de La Habana que en los años 80 tenía 2,600 hombres, un batallón de carros de combate y tres batallones motorizados de fusileros.
El armamento era entregado gratuitamente a Cuba a cambio de lealtad política. Aunque al castrismo le gusta alardear de soberanía, nacionalismo y espíritu martiano, la realidad es bien diferente. Fidel Castro, sin el consentimiento del pueblo, emplazó misiles atómicos en la Isla y puso al país al borde de una guerra nuclear en octubre de 1962. También autorizó el envío de soldados rusos, que en determinado momento llegaron a ser 15 mil, acantonados en Cuba. Y en 1964 autorizó la apertura de una base de espionaje electrónico en la finca Lourdes, en las afueras de La Habana.
Tanto la URSS como la Rusia de Vladimir Putin siempre han tratado a Cuba como un Estado vasallo. En las negociaciones con John F. Kennedy para retirar los cohetes nucleares en 1962, Nikita Kruschov no contó con Fidel Castro. A Putin tampoco le importó la opinión del régimen cubano para cerrar la base de espionaje que le representaba a sus arcas 200 millones de dólares anuales. Cuando el 30 de agosto de 2002 culminaba la operación de evacuación del equipamiento y los 1,500 rusos estacionados en la finca Lourdes, Castro desaprobó la decisión. Consideraba que cerrar el centro de espionaje era ‘un mensaje y una concesión al gobierno de Estados Unidos y constituía un grave riesgo para Cuba’, afirmaba una nota de prensa oficial.
Al menos, debe reconocerse, Fidel Castro reprochó determinadas decisiones del Kremlin. La dirigencia de su hermano Raúl y la del presidente designado Miguel Díaz-Canel ni siquiera eso. En varias ocasiones voceros rusos han comentado la posibilidad de reabrir bases militares en Cuba. La última vez, el 13 de enero, en el contexto de la disputa de Moscú con la Unión Europea y Washington ante una supuesta invasión rusa a Ucrania. La actual autocracia verde olivo ha dado la callada por respuesta.
Eladio, ex funcionario estatal, considera que “por principios, el gobierno cubano, si de verdad defiende la soberanía nacional, debe dar una respuesta contundente a esas declaraciones rusas. No hacerlo nos pone en una posición bastante incómoda. Nos están tratando como una colonia”. Desde hace 60 años ha sido así.
Iván García
Foto: El 49 aniversario del Parque Lenin, construido por iniciativa de Fidel Castro y Celia Sánchez, fue aprovechado para entregar carnets de militantes del partido comunista a nuevos miembros, el 22 de abril de 2021. Tomada del periódico Tribuna de La Habana.
Leer también: El Parque Lenin, una Disneylandia socialista.
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