En todos mis cumpleaños infantiles había siempre un cake de La Gran Vía, la dulcería más famosa de La Habana. Aún conservo fotos de aquellas fiestas que muestran en el centro de la mesa el cake, que alcanzaba para todos los invitados y sobraba.
Aquellos cakes —torta o pastel les llaman en otros países— eran enormes comparados con los que se elaboran en la actualidad. Y eran muchísimo más baratos: los precios oscilaban entre 1,50 pesos hasta los 500 pesos que costaban los cakes gigantes para bodas que se hacían por encargo y al gusto del cliente.
Hoy, los reposteros privados que los hacen cobran hasta 1 500 pesos, y más, por un cake pequeño y muchas veces hay que darles los ingredientes (azúcar, huevos).
En la década de 1950, cuando vivía cerca de La Gran Vía, me gustaba ir a ver sus vidrieras y estanterías llenas de dulces de todo tipo bellamente decorados.
Los cakes para niños los adornaban también con algún juguete para usarlos después, lo cual los hacía más atractivos. En una ocasión quise un cake que tenía tres barquitos plásticos arriba.
La variedad de dulces era inmensa. La especialidad de la dulcería era el cake de nata. Había también pastelitos de guayaba, queso o carne, montecristos, coffee cake, eclairs, torticas y torrejas, entre otras variedades.También vendían panes, siempre muy fresco y con un sabor exquisito.
La dulcería tenía 100 metros de longitud. La entrada estaba en el número 118 de la calle Santos Suárez, pero mercancías las recibían por un portón trasero situado en la calle Enamorados, en la barriada habanera de Santos Suárez.
Existía un mezzanine para que el público viera como hacían los dulces con máquinas modernas de la época y, sobre todo, con total higiene. La mano del hombre intervenía nada más que en la decoración del cake.
Los clientes podían comprar los cakes y los dulces (que siempre venían en cajas de cartón) en La Gran Vía o hacer sus pedidos por teléfono para que se los entregaran en sus casas. Si lo solicitaban, el repostero añadía el nombre de la persona a felicitar.
La historia de La Gran Vía se remonta a 1921 cuando tres españoles oriundos de Toledo, los hermanos José, Valentín y Pedro García, se establecieron en Güines como reposteros y crearon su propio negocio. En 1940 trasladaron su establecimiento para La Habana, en Santos Suárez. Además de La Gran Vía, los hermanos fundaron Super-Cake, en Zanja y Belascoaín, y La Suiza, en 23 entre 10 y 12, al lado de lo que fuera el Ten Cent del Vedado.
Después de 1959, cuando les quitaron sus dulcerías, los hermanos García se fueron de Cuba y se establecieron en Puerto Rico. Sus descendientes, ya de tercera generación, han continuado el negocio en Miami.
Luego de ser intervenida por el Estado en la década de 1960, el declive de La Gran Vía ha sido imparable. Hace dos años la cerraron, para un remodelación, según dijeron. No se sabe cuándo ni cómo se hará. Antes había sido convertida en un establecimiento de la cadena Sylvain y vendían dulces, panes, refrescos y cerveza. Pero sus dulces nunca tuvieron la calidad que caracterizaba a los de La Gran Vía.
Hoy, el gran salón de ventas, que contaba hasta con aire acondicionado, está vacío, sin muebles.Gracias a recientes trabajos de mantenimiento, el lugar se conserva en bastante buen estado, con excepción del techo, algo deteriorado.
En la parte posterior, donde estaba el almacén de la dulcería, ahora hay un taller automotriz. Si alguna vez La Gran Vía vuelve a ser dulcería, ya no tendrá su tamaño original.
Jorge Luis González
Texto y foto: CubaNet, 12 de marzo de 2023.
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