viernes, 5 de agosto de 2011

El regreso de los "bolos"


Eran gordos y toscos, olían mal y para envolver, utilizaban hojas de periódicos. Y como los cubanos son dados a las burlas y a poner nombretes, a los rusos les pusieron bolos. Todavía así les dicen.

Pero aquellos rusos nada tienen que ver con éstos de ahora, altos como palmas. Caminan con paso lento y miran con detenimiento las edificaciones de la parte vieja de La Habana. Visten a la moda y casi todos son rubios, con ojos azules o verdes. Si uno no supiese que existe un embargo y es limitado el flujo de viajeros de Estados Unidos hacia la isla, podría confundirlos con gringos despistados y aburridos.

Cerca de la Plaza de Armas, en la Habana Vieja, un grupo de turistas rusos en un inglés macarrónico le preguntan a un mulato, de calvicie incipiente y con una guitarra, en qué lugar pueden comer algo ligero.

“Fast food “, aclara la chica. “Ah no, aquí no hay McDonald, lo más parecido es un DiTu (cafetería), que vende pollo frito, a dos cuadras”, responde el mulato en ruso. Asombrados, indagan dónde lo aprendió.

“Estudié en la famosa escuela de Oleg Popov en Moscú, en los años 70”, les dice. "¿Usted es payaso?", pregunta un ruso con una camiseta del Chelsea. “Sí, un payaso que ahora canta para vivir”. Y con su guitarra entona “Noches de Moscú”. Y consigue 10 pesos cubanos convertibles de propina.

El expayaso se llama Manuel, tiene 60 años y lleva quince haciendo “sopa”, como le llaman en Cuba a quienes cantan mientras los turistas almuerzan o cenan. “He tenido suerte. Suelen ser tacaños y no les gustan las viejas canciones rusas, ni que les digan 'tovarich' (compañero)".

Con la oleada de turistas rusos, el amplio y surtido mercado informal compuesto por jineteras, guías particulares, músicos, vendedores de tabaco y ron, choferes y casas de alquiler, ha comenzado a desempolvar viejos manuales de idioma ruso, para poder establecer diálogos básicos.

Joel, 32 años, con pinta de intelectual, se gana la vida como cicerone (guía privado) de extranjeros. Nos hace un perfil de los actuales turistas rusos.

“Les sigue gustando el ron y el tabaco cubano, al igual que los antiguos soviéticos. Prefieren las mulatas y las jóvenes que sean bisexuales. Al revés del europeo occidental medio, no les gusta la música cubana tradicional, más bien grupos de rap como Orishas y la salsa de Isaac Delgado o Van Van. No son espléndidos como los cubanoamericanos o los canadienses, pero a ratos dejan buenas propinas”, termina de describir Joel, mientras fuma un cigarrillo mentolado y mira para ambos lados, a la caza de un turista de cualquier nacionalidad.

Según José, funcionario del ministerio cubano de Turismo, en 2009 Cuba recibió 37,400 turistas rusos, y en 2010 se esperaba que unos 45 mil viajaran a la isla, en busca de sol y playa. Pero la nueva invasión rusa va más allá del turismo.

Por las calles habaneras circulan ómnibus de la marca rusa Maz en las líneas PC, P9, P6, P-8 y P10, de la empresa Metrobus, encargada de trazar un diseño de rutas por las vías principales de la ciudad, con ómnibus articulados de gran capacidad de pasajeros y que han logrado aliviar un poco la crítica situación del transporte en la capital.

Además de ómnibus, el gobierno cubano estudia la posibilidad de establecer empresas mixtas con Rusia en los sectores de la petroquímica, biotecnología y telecomunicaciones. Donde hay un gran mutismo es en el campo militar. Se sabe que las fuerzas armadas están equipadas con tecnología rusa desfasada. Se mantienen por puro milagro y por las numerosas innovaciones de empresas militares cubanas.

Hasta en la religión Cuba y Rusia han movido ficha. En 2004, en la Habana Vieja, se comenzó a construir una catedral ortodoxa, religión con escasos seguidores en el país. Fue inaugurada en octubre de 2008 por el Patriarca de Moscú.

La política exterior de Raúl Castro busca rescatar de aliado a Rusia, para junto con Venezuela y China, reflotar la precaria economía nacional. La respuesta rusa ha sido ambigua.

Cuba tiene una deuda financiera con la extinta URSS de 20 mil 800 millones de rublos. Ni Vladimir Putin, el actual primer ministro, ni Medvedev son tontos. Saben que la capacidad de pago de la isla a sus productos es nula. De acuerdo a cifras oficiales, Rusia era el décimo socio comercial de Cuba, con un intercambio de 363 millones de dólares en 2007.

Al parecer, al gobierno de Raúl Castro, le interesa más ser una pieza de ajedrez de la política exterior rusa, que entablar un posible diálogo con el presidente Barack Obama. Ya una vez, en octubre de 1962 el matrimonio con Rusia pudo provocar el fin del mundo con la crisis de los cohetes.

En los años 70 y 80, el petróleo y el trigo que llegaban por tuberías permitió, a cambio, la instalación en suelo cubano de bases militares rusas, como la finca Lourdes, dedicada al espionaje electrónico.

Aparte de eso, Rusia ha dejado pocas huellas en la sociedad cubana. Miles de matrimonios y de ciudadanos nombrados Mijaíl, Igor, Serguéi, Raisa, Liudmila o Tatiana. Nada más.


Iván García
Foto: Catedral ortodoxa rusa, inaugurada en 2008 en La Habana.

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