viernes, 12 de agosto de 2011

La novela de espías da señales de vida


El primer auge de la novela de espías coincidió con el estallido de la Primera Guerra Mundial, aunque ésta existiese desde mucho antes (El espía, de James Fennimore Cooper, de 1821, figura como el disparo inaugural del género).

Aunque fue después de la Segunda Mundial cuando el 'thriller' de infiltrados se convirtió en algo realmente serio (más que un subgénero, un género cada vez más poliédrico). Ian Fleming creó a James Bond en 1952, la época dorada del espía literario, que no tardaría en dar el salto a la gran pantalla y hacer pedazos el maniqueísmo, porque el espía es bueno para unos y muy malo para otros.

Pero volviendo a épocas pretérritas, quizá el primer clásico del género sea Kim, de Rudyard Kipling. Publicada en 1901 (seis años antes de que le dieran el Premio Nobel), fue considerada una novela de aventuras y sin duda alguna la que mejor retrataba a la sociedad hindú bajo el yugo colonial británico. El protagonista, Kim, huérfano de un soldado irlandés, acompaña a un lama tibetano en la búsqueda de un río sagrado, pero el viaje esconde una misión secreta, en realidad, el primer paso de la carrera de Kim en los servicios secretos.

La novela inspiró otros clásicos, como el 'Siddhartha', de Herman Hesse. Dos años más tarde (en 1903) llegaría Enigma de las arenas, de Robert Erskine Childers, la novela que definió el género y anticipó lo que vendría tras la Primera Guerra Mundial. De hecho, Childers analizó los primeros años del siglo XX, años de creciente tensión política, que acabarían desembocando en la Primera Guerra Mundial, prestando especial atención la postura cada vez más agresiva de Alemania.

Porque la novela de espionaje, como la novela negra, está muy ligada a la sociedad, y especialmente, a los conflictos subyacentes del orden mundial. A más tensión política, más novelas. De ahí que James Bond fuese creado siete años después de que acabara la Segunda Guerra Mundial y en el momento en que la Guerra Fría vivía su primer estallido interno (año 1952).

Su persistencia, en librerías y salas de cine, y el interés de grandes escritores, como Kingsley Amis, en el personaje (Amis llegó a escribir una de las entregas bajo el seudónimo de Ian Fleming), coincidió con la de la Guerra Fría, y su desaparición, así como el paso del género a una tercera división dentro de la novela policiaca, coincidió también con la caída del muro de Berlín (1989) y el fin de las amenazas mundiales.

Pero no sólo James Bond estuvo presente durante esa época. Graham Greene se inspiró de hecho en sus propias experiencias como agentes secreto de la inteligencia británica para crear El americano impasible, también en 1952, y otro puñado de historias, entre las que destaca Nuestro hombre en La Habana (de 1959), las delirantes peripecias de un espía británico en la Cuba precastrista.

En esa época nació John Le Carré como escritor, y el mítico George Smiley, un espía con problemas matrimoniales. Frederick Forsyth y el primer Ken Follett se aproximaron de forma periodística al tema y ampliaron los horizontes de un género que definitivamente estaba viviendo su época dorada. Época que alcanzó los 80. Tom Clancy publicó La caza del octubre rojo en 1984. Y Norman Mailer puso el punto y aparte a una época narrando la disolución de la Unión Soviética en Harlot's Ghost, con espías como protagonistas, en 1991.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 devolvieron al lector las ganas de echar un vistazo a las oficinas (y las casas) de los agentes secretos del siglo XXI. ¿Y qué pasó? Que Frederyck Forsyth regresó. El afgano, de 2006, narra la infiltración de un agente británico en Al-Qaeda; y Cobra, editada el año pasado, se sumerge en el mundo de las drogas.

¿Y quién más regresó? John Le Carré. En 2001 se publicó El jardinero fiel, una de sus más aclamadas novelas, y el año pasado, la que dicen es su vuelta a los orígenes, Un traidor como los nuestros. Así las cosas, no es de extrañar que haya vuelto el mismísimo James Bond.

El encargado de firmar su nueva aventura es Jeffrey Deaver, el responsable de El coleccionista de huesos (y otras 26 novelas de misterio más), que fue elegido por los herederos de Ian Fleming para devolver a la vida a tan encantador agente.

El libro se titula Carta blanca (Editora Umbriel) y en él Bond ha sido reclutado por un nuevo servicio de inteligencia. Un servicio que no depende del MI5, del MI6 ni del Ministerio de Defensa. Es más: las altas esferas niegan su existencia. Su objetivo es proteger el Reino Unido. La primera misión pilla a Bond cenando con su última conquista.

Se ha interceptado un mensaje cifrado electrónico que habla de un ataque que tendrá lugar en unos pocos días: se estiman miles de muertos y un perjuicio considerable para los intereses británicos. Las autoridades dan al agente 007 carta blanca, lo único que quieren es que evite el atentado, cueste lo que cueste.

A juzgar por el éxito de su regreso (número uno en descargas en Amazon la primera semana), la vuelta de la saga está asegurada. Y si James Bond ha vuelto es porque corren buenos tiempos para el espía literario.

Laura Fernández
El Mundo, 5 de julio de 2011

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