jueves, 4 de agosto de 2011

Si Hugo se muere



Justo cuando estaban empezando a acostumbrarse a la desalentadora perspectiva de la vida sin Fidel Castro, los cubanos ahora se ven obligados a considerar otra, aún más desalentadora posibilidad: la vida sin Hugo Chávez.

El presidente de Venezuela bien puede tener una recuperación completa del cáncer para el cual fue operado en La Habana el mes pasado, pero ha recordado que es mortal.

Y no puede permanecer en el poder más allá de las elecciones presidenciales del próximo año. Aparte de Venezuela, en ningún otro lugar su salida de la oficina presidencial se sentirá con más fuerza que en Cuba.

Chávez subsidia a Cuba por una suma de alrededor de 3 mil 500 millones de dólares al año, mediante el envío de un estimado de 115.000 barriles de petróleo al día (alrededor de dos tercios de su consumo). Cuba paga en especies, en forma de 40.000 médicos, gente de inteligencia y expertos en seguridad y otros trabajadores destacados en Venezuela.

Además, Chávez está dando dinero para proyectos de infraestructura en la isla, tales como la expansión de una refinería de petróleo en Cienfuegos. Venezuela es también el principal socio comercial de Cuba.

La ayuda venezolana ha sido el factor más importante para ayudar a la isla comunista a salir de las crisis catastróficas que siguieron a la desaparición de su patrocinador anterior, la Unión Soviética, en 1991. Los cubanos adultos recuerdan la década de 1990 como un momento traumático de la escasez de alimentos y combustible. ¿Podrían regresar tantas penurias?

Si los opositores de Chávez tomaran el poder en Venezuela, es casi seguro que cortarán la ayuda a Cuba, sobre todo porque se enfrentan a necesidades urgentes en su propio país. Los cubanos podían esperar una escasez generalizada. Pero las cosas no serían tan malas como en 1991. En ese entonces, Cuba se había convertido en dependiente de la venta de azúcar a la Unión Soviética a un precio excesivo. Ahora la economía está más diversificada: la isla está produciendo más petróleo y el turismo, el níquel y las remesas de los cubano-americanos se han convertido en importantes fuentes de divisas.

Raúl Castro, quien sucedió a su hermano como presidente de Cuba en 2008, ha dado señales de querer ser menos dependiente de Venezuela.

Mientras que Fidel y Chávez son amigos cercanos -los dos fueron fotografiados hablando, ambos vestidos con monos, después de la cirugía de Chávez- Raúl, un hombre tranquilo y ordenado, parece incómodo con la bulliciosa República Bolivariana.

En 2009, Raúl despidió a Carlos Lage, el primer ministro de Fidel, que estaba particularmente cerca de Chávez (en 2005, Lage declaró que “Cuba tiene dos presidentes, Fidel y Chávez”).

Cuba ha buscado recientemente la inversión de delegaciones visitantes de China (que ha ofrecido una línea de crédito de miles de millones de dólares), Brasil e India. Raúl está tratando de reducir las importaciones de alimentos mediante el arrendamiento de tierras a los campesinos privados. Sus otras reformas, en virtud de los cuales al menos 221 mil licencias para las pequeñas empresas se han publicado desde octubre, pueden hacer que la isla sea más atractiva para los cubano-americanos visitarla o para jubilarse.

Sin embargo, la principal esperanza de Cuba de la independencia económica es el Scarabeo 9, un equipo de perforación de 750 millones de dólares construido especialmente en China, sin partes integrantes de Estados Unidos (para no violar el embargo económico contra la isla por parte de los Estados Unidos). Esta perforadora debe estar en aguas cubanas a finales del año, contratada por Repsol de España para perforar un pozo exploratorio.

El United States Geological Survey, un organismo científico gubernamental, estima que los mares alrededor de Cuba tienen 4,600 millones de barriles de petróleo. Pero se encuentran en aguas muy profundas. Allí, en 2004, Repsol encontró petróleo, pero decidió que la extracción no sería rentable. Cualquier nuevo descubrimiento podría llevar años para explotar.

Si las reformas de Raúl logran aglutinar suficiente fuerza, entonces Cuba podría ser un lugar muy diferente.

The Economist, 7 de julio de 2011.

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